miércoles, 12 de abril de 2023

POR ALUSIONES: TEILHARD DE CHARDIN

 

En nuestra última tutoría de Filosofía y Fenomenología de la Religión, hablábamos de las religiones en China. A propósito del yacimiento paleoantropológico de Zhoukoudian (China), donde se descubrieron los restos del Homo Erectus Pekinensis, surgió el nombre del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Eminente científico, teólogo y hombre de espiritualidad afin a su doble condición de creyente y científico. Con este motivo os sugiero los siguientes enlaces para ampliar la información sobre este referente imprescindible del diálogo fe - ciencia. Por cierto, otra alusión a Teilhard la tenéis en la novela y película "Las sandalias del pescador", donde la figura del jesuita Jean Telemond, está inspirada en el personaje histórico de Teilhard de Chardin.

ADOLFO CASTILLA. Charles Darwin y Pierre Teilhard de Chardin. Cfr. Economía y futuro.

AGUSTÍN UDÍAS, La visión de Teilhard de Chardin: ¿hay esperanza para la humanidad? Cfr. Univesidad Comillas

CRUX NOW. Teilhard de Chardin, ¿El próximo teólogo reahilitado por el papa Francisco? Cfr. Vida Nueva

lunes, 13 de marzo de 2023

FRANCISCO: 10 AÑOS DE PAPADO


 El 13 de marzo de 2013 el cónclave que debía elegir al sucesor de Benedicto XVI, que había renunciado al ejercicio del papado, eligió como nuevo obispo de Roma al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Son ya 10 años los que cumple como papa Francisco. En estos 10 años, más allá de la decepeción de los que esperaban cambios más rápidos y radicales, la Iglesia se ha visto renovada en su imagen exterior, con un pontificado volcado en la opción por los pobres (los "descartados"), la actitud más humilde y dialogante con la sociedad y la novedad de una mayor conciencia ecológica. Eso, hacia fuera. Hacia dentro, la insistencia del papa en liberar la vida de la fe del peso de una religiosidad más basada en las normas y las formas externas, ha supuesto un cambio de acento del magisterio pastoral del Roma, en una dirección más comunitaria y participativa (la propuesta de la sinodalidad y la crítica al clericalismo) que devuelva al "santo Pueblo de Dios" la alegría de vivir y anunciar el Evangelio.

Es cierto que, frente a la impaciencia de los que quisieran avances más significativos en el campo de la plena incorporación de la mujera a los ministerios ordenados, o la supresión del celibato obligatorio, y la revisión de la postura de la Iglesia respecto a la homosexualidad, se quejan de que poco o nada ha cambiado. Para otros, sin embargo, su descontento por la el estilo y el proyecto del papa Francisco, se expresa en continuas reticencias, junto a una onerosa indiferencia que silencia, hasta casi ocultar, la relevancia que sí está teniendo el papa Francisco fuera de la Iglesia. Y entre los que ignoran explicitamente y critican más o menos tácitamente el papado de Francisco, descuella la Iglesia española, muchos sacerdotes, fieles y hasta obispos que no han acabado de aceptar la línea que el papado actual intenta encarnar. 

Desde el punto de vista teológico, algunos considerena a Francisco, en comparación con el papa Ratzinguer, muy inferior. Sin embargo, reconociendo la altura intelectual de Joseph Ratzinger, que ha desempeñado una función más eminentemente académica que la del papa argentino, sería un gran error pensar que Francisco es poco o menos teológico. Lo que ocurre es que él mismo ejerce las exigencias que ha reclamado para la teología hoy, cuando prima la evangelización sobre la ortodoxia, la eclesialidad del Vaticano II sobre el exclusivismo canonista. Se trata de una teología más pastoral, con los ojos puestos en los ejes centrales del evangelio (el amor, el servicio, la entrega) y con una orientación más positiva y confiada, en lugar de los miedos y recelos que cierta teología post - conciliar prodigó respecto al mundo, al tiempo presente, incluso respecto al mismo concilio. La teología de Francisco está transida de evangelio, quiere ser apliacable en el ejercicio de una pastoral y de una evangelización vividas como acompañamiento y no como adoctrinamiento. Si se superan los prejuicios academicistas y se leen los docuementos del papado de Francisco con ojos más contemplativos y pastorales, nos encontramos con una teología seria en su raigambre bíblica y eclesial, pero también estimulante y atractiva por respirar la profunda libertad que da la apuesta por el Reino de Dios. 

Desde esta humilde tribuna de formación teológica felicitamos al papa Francisco por su décimo año de pontificado y nos felicitamos como Iglesia por este don que Dios nos ha hecho en la figura, el testimonio y el magisterio de Francisco.


lunes, 2 de enero de 2023

JOSEPH RATZINGER: DEL PRÓLOGO AL TESTAMENTO

 


Con motivo de la muerte de Benedicto XVI, papa emérito, la Santa Sede ha publicado su testamento espiritual. Redactado el 29 de agosto de 2006, el difunto papa emérito no lo había modificado y así como lo compuso lo ha dado a conocer la Sala de Prensa del Vaticano. Junto a las debidas expresiones de gratitud y petición de perdón, el que fuera gran teólogo, Joseph Ratzinger, hace también unas consideraciones sobre la fe y la teología que merecen la pena leerse en clave de reconocimiento de su propio diagnóstico de la situación presente de la Iglesia y su interpretación al respecto. Hay una continuidad con otros balances que Ratziner ha hecho del curso de la historia de la Iglesia y la teología en el mundo moderno, como veremos en el que plasmó para la nueva edición, en el año 2000, de su importante obra Introducción al cristianismo (1967). 

Citamos a continuación la parte del testamento donde el difunto Benedicto XVI pide por la peresverancia en la fe, advirtiendo del peligro de la confusión y referenciando coordenadas teológicas que fueron en su momento causa de esa confusión:

¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

 Vemos la preocupación de Ratzinger, como teólogo y pastor pora la firmeza de la fe ante la amenaza de una aparente incompatibilidad con la ciencia y el saber histórico - crítico. Concretamente, se refiere a la pretensión de una verdad irrefutable por parte del saber empírico y criticista que tenía más de interpretacón filosófica que de auténtica ciencia. Y, concretamente desde el campo teológico, dichas tergiversaciones tienen nombre de escuelas (la teología liberal, la exégesis existencialista y "la generación marxista". Y de nombres, algo inaudito para un documento de este tipo: Harnack, Jülicher y Bultmann. Sale aquí el que además de teólogo fue también prefecto de la Congregación de la Fe y tuvo un papel de censor, en el sentido de evaluar, no de censurar, pero sí de emitir juicios que calificaban el posible error o peligro de error en difrentes teologías y autores. En este caso, Ratzinger califca estas teologías que se derrumbarían con el tiempo, de "hipótesis". Frente a todo lo cual, sobresale y resiste la verdad de Cristo y de su Iglesia. 

Aunque podemos estar plenamente de acuerdo en que las "hipótesis" citadas, hoy no parecen "inamovibles" y  están en muchos aspectos superadas, como tales hipótesis sí que fueron valiosas para animar y enriquecer el proceso reflexivo de la teología. El diálogo que hace crecer y profundizar la interpretación teológica sí que se valió oportunamente de esas hipótesis y, en este sentido, fueron tan necesarias como, justo es de reconocer, provisioinales. Puede que la absolutización de esas líneas apuntas por el papa Benedicto XVI sí fuera un socavamiento de la libertad y originalidad de la fe. Pero, también algunas de las intuiciones de base de las líneas teológicas hoy desbordadas por el paso del tiempo y la evolución de la teología, sí que están activas por debajo de las mismas teologías que las sustituyeron. Por eso, merece la pena ver otro balance más extenso y ponderado que el teólogo Ratzinger hace de esas generaciones anteriores y sus posibles desviaciones respecto a la verdad de la fe.

En el prólogo a la edición del año 2000 de su Introducción al cristianismo, Ratzinger da dos fechas para marcar el decurso de la cultura moderna europea y su posible peligro para la fe. 1968 con la revolución cultural del mayo francés y 1989 con la caída del muro de Berlín, serían las piedras miliarias de dos hitos que suponen un reto para el cristianismo. Por debajo de estas dos fechas y de las múltiples teologías y filosofías que desde el XIX han puesto en jaque el pensamiento cristiano, un hilo conductor: una humanidad ensoberbecida por su progreso, una razón monopolística en su concepción de la verdad, una ciencia abosolutizada por sus avances "imparables" e "incuestionables"... son caras de la misma realidad poliédrica pero íntimamente uniforme: la modernidad antropocéntrica. 

Ante este frente común de la modernidad contra la fe, que sumaría la ciencia, la sociología, la política y, en fin, la cultura modernas, Ratzinger reivindca la fe auténtica y libre, pero como un "hecho diferencial" (cita a Guardini) que no puede dejarse absorber por el pensamiento que prescinde de Dios para explicar y dictar la verdad. Y el peligro no estaría solo fuera, en la cultura y la producción intelectual, sino en la tentación de la propia fe, la Iglesia y su teología, cedan su verdad cristocéntrica en aras de una acuerdo falsificante con las razones y motivaciones del pensamiento inmanentista y empirista. No en vano, esta obra de Ratzinger (tal vez la mejor de su extensa y concienzuda producción) es un comentario al credo. Es la fe, es Dios en Jesucristo y Jesucristo por ser Dios y hombre, los verdaderos pilares de la verdad de la fe y de su originalidad insobornable. 

De una mente preclara y de una fe sincera como las que muestra Ratzinger, debemos tomar nota cuando advierte peligros y apunta líneas de confusión en el movimiento de acercamiento y traducción entre la fe y el pensamiento moderno. Pero, no obstante, si antes dijimos que la teología no puede avanzar sin hipótesis parciales y superables, ahora debemos defender que la fe no puede vivir su verdad sin exponerse al intercambio con el mundo y sus razones; el intercambio intrínseco a una fe encarnada, que es la que puede apoyarse en Jesucristo y la única, aún con sus zonas fronternizas, propias de toda encarnación, que puede vivirse como verdad. Porque la firmeza de fe a la que Benedicto XVI nos llama desde sus últimas voluntades, es la de una fe vivida no en un mundo aparte y exento de confusiones, sino en el único y común mundo que compartimos con quienes viven sin fe y nos preguntan a los que la tenemos por su coherencia vital y racional.

sábado, 12 de noviembre de 2022

SINODALIDAD Y LA DIFÍCIL RECEPCIÓN DEL VATICANO II

 

La recepción del magisterio de la Iglesia, como la acogida de una nueva legislación por la sociedad, o la digestión tras una copiosa comida, es una tarea lenta, laboriosa, dificultosa. Y el concilio Vaticano II no ha sido una excepción. Lo cual, por otra parte, era de esperar, pues no en vano, a pesar de los resultados de las votaciones de sus documentos, el último concilio ecuménico de la Iglesia Católica (1962 - 1966) nació y se desarrolló en medio de una seria división de orientaciones eclesiales. Los sectores conservadores de la propia curia romana intentaron por todos los medios, primero controlar la elaboración de los esquemas preparatorios para evitar sorpresas innovadoras, y cuando esto fue imposible, por la iniciativa del papa Juan XXIII para abir la redacción de esos esquemas a comisiones más plurales y procedentes de fuera de Roma, reconducir los debates para que la tendencia más renovadora no alcanzara todas sus pretensiones de un auténtico "aggiornamento" de la Iglesia. Y, aunque la postura que prevaleció en los documentos conciliares, se correspondía con la de aquellos que pedían una reforma en clave renovadora, sin embargo, la posterior aplicación del concilio, con las sucesivas directrices que requería su puesta en marcha, fue un proceso de progresiva ralentización durante el papado de Pablo VI y de reconducción por la vía de la reinterpretación del "espíritu" del concilio bajo el largo pontificado de Juan Pablo II. Y Joseph Ratzinger, más tarde Benedicto XVI, puso todo su potencial teológico, brillante, sólido e inteligente, al servicio de una comprensión con sordina de las reformas auspiciadas por el Vaticano II, sobre todo, de la comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios, expresión que fue paulatinamente sustituida por la de "Comunión", con la intención de que la Iglesia no dejara de ser un misterio para convertirse, degradarse les parecería a los que comulgan con esta postura, en mera sociedad humana, organización colectiva con visos de imitación de las democracias modernas.

Los hitos del proceso de relectura en clave restauradora del Vaticano II son muy numerosos y abarcan prácticamente el grueso del largo ministerio papal de san Juan Pablo II y el pontificado más breve de Benedicto XVI, pero se pueden citar algunos de especial relevancia por su efecto en la vida eclesial:

  • Una revisión de la teología del ministerio presbiteral (Pastores dabo vobis) y de las directrices para la formación de los presbíteros, que incidían en una línea de segregación del ministerio y clericalización del mismo frente a la orientación más pastoral y comunitaria que inspiraba la eclesiología de Lumen Gentium. En esta línea también se produjo una ralentización de los procesos para conceder la dispensa a los presbíteros que la solicitaban.
  • La insistencia en la concepción ritualista de la liturgia, más centrada en el cumplimiento de las rúbricas que en la significatividad de los propios ritos.
  • Un comprensión del ministerio episcopal centrada en el Derecho Canónico y las tareas de gobierno que en el pastoreo y acompañamiento de las comunidades diocesanas.
  • El ejercicio censor y proclive al alarmismo teológico por parte de la Congregación de la Doctrina de la fe, con numerosos conflictos centrados en aquellas teologías que seguían profundizando en las líneas abiertas por el Vaticano II, sobre todo en la orientación dialogal con el mundo moderno auspiciado por la Gaudium et Spes.
  • Trato de favor y preferencia a los llamados "nuevos movimientos eclesiales" (Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo...) como si fueran la verdadera y única expresión de la autenticidad eclesial y evangelizadora.

Con la propuesta del papa Francisco de abordar en el sínodo de 2024 la sinodalidad de toda la Iglesia, como algunos detractores de dicha iniciativa han señalado capciosamente, no se trata de nada nuevo. El carácter sinodal de la Iglesia es un elemento constitutivo de la Iglesia y no se descubre ahora. Pero, si hay que trabajar en lo que supone el verdadero ejercicio del sacerdocio bautismal y de la comunión que configura al Pueblo de Dios, será porque esta dimensión ha sido durante siglos supeditada a una vivencia más jerarquizada de la diversidad de ministerios y carismas. Por este motivo, somos muchos los que pensamos que el verdadero singificado y la fuerza motivadora de la propuesta del papa Francisco sobre la sinodalidad, es recuperar y profundizar el proceso de recepción del concilio Vaticano II. Y es que la recepctión del magisterio, como fruto de la vida misma de la Iglesia, está sujeta a las tensiones, avances y retrocesos propios de una realidad plural y diversa. Creemos que ahora estamos ante un momento de impulso de la azarosa aplicación del Vaticano II.

viernes, 7 de enero de 2022

SOÑAR, BUSCAR, ADORAR. LA ECLESIOLOGÍA DE FRANCISCO


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (2022)

Mientras en algunas iglesias locales estamos preocupados porque las primeras comuniones deben ser en domingo, o por los conflictos entre las circunscripciones pastorales a la hora de repartirse la sacramentalidad, cuando no con los ornamentos que debe llevar el sacerdote, o los cantos que pueden y no pueden emplearse en la liturgia... el papa Francisco ha impartido una magistral lección de eclesiología en la celebración de la Epifanía del Señor. Lección de eclesiología y meditación sobre el carácter dinámico, esperanzador y místico de la fe. 

En primer lugar, resulta ejemplar que la reflexión del papa aterrice en la realidad eclesial del momento. Con realismo y valentía, no sin pesar, pero con la mirada puesta en el horizonte provocativo de la fe en el Evangelio, el papa se atreve a reconocer los inobjetables síntomas de fatiga eclesial de nuestro tiempo: 

A veces vivimos en una actitud de “estacionamiento”, vivimos estacionados, sin este impulso del deseo que es el que nos que hace avanzar. Nos hace bien preguntarnos: ¿en qué punto del camino de la fe estamos? ¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida? ¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son “lengua muerta”, que habla sólo de sí misma y a sí misma? Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio. Es triste cuando un sacerdote ha cerrado la puerta al deseo; es triste caer en el funcionalismo clerical, es muy triste.
Sí, pero que muy triste es el diagnóstico, pero no menos certero y necesario. La Iglesia española, y también la de Albacete vive una actitud de "estacionamiento", estancamiento, anquilosamiento. Cuando la humanidad está herida en su salud social (pobreza estructural, el drama de los migrantes y refugiados), ecológica (el calentamiento global) y sanitaria (la pandemia de COVID y su injusta distribución de vacunas)..., cuando la evangelización conoce en buena parte del mundo occidental una progresiva tendencia de abandono e indiferencia..., cuando la carencia de vocaciones coincide con la tentación de perpetuar un modelo eclesial clerical y machista..., nuestras palabras y ritos se anclan en un estilo adormecedor, preocupado por conservar más que por despertar y provocar ese "deseo de encaminarse hacia Dios".
Es cierto, también, que hay constantes socio - culturales (el consumismo, la autosatisfacción con lo material e individual) que hacen todavía más grave la necesidad de evangelizar, empezando por despertar la fe de los que hemos de anunciar el Evangelio. Pero esas constantes de nuestro tiempo no eximen a la Iglesia de la responsabilidad que tiene como conocedora de la verdad y la vida que Cristo nos trae de parte del Padre. 
La propuesta del papa para despertar la fe, es la que Mateo identifica en las actitudes de los magos: seguir buscando los signos que indican el cumplimiento de las promesas; desear la realización de su sueño de vida y salvación, ponerse en camino para alcanzar la meta soñada; adorar poniendo a Dios y su amor por la humanidad por encima de todos los intereses egoístas. 
Pero, lo que es común y aplicable para toda la Iglesia, para todos los creyentes, lo es de manera especial para los que sirven a la comunidad: obispos, presbíteros, religiosos. Cansados, cerrados, tristes, indiferentes por dejar de soñar, buscar, desear, adorar. Frente a lo cual, y dentro siempre de esa común esfera de la fe reavivada, el papa nos señala algunas pautas bien concretas, de manera que a nosotros nos toque decidir si acometemos esta terapia de choque o dejamos pasar el tiempo hasta que ya sea tarde para invertir el signo de los acontecimientos. 
Al hilo del relato de los magos, el papa nos sugiere cinco acciones para salir de esta situación de aletargamiento, que a la postre, será letal para la fe y la evangelización:

Partir: empezar cuantas veces haga falta. Llevamos a las espaldas muchos intentos fallidos, y sin embargo, el Espíritu nos dice que la iniciativa merece la pena, pero siempre desde un discernimiento previo: ¿es esto lo que nos pide la evangelización?, ¿respondemos así a lo que la gente necesita para encontrarse con Dios?

Preguntarse, dejarse interrogar. Debemos escuchar las demandas que se nos hacen, inquietarnos por las dudas y acusaciones que nos llegan si es que estamos atentos para recibirlas. Y para ello también en el interior de la Iglesia deben cundir el diálogo, el debate, la discrepancia y el intercambio de puntos de vista. Esperemos que la "sinodalidad" que fomenta el próximo sinodo así lo permita.

Desafiar. Pero ¿quién nos ha dicho que le debemos algo, que no sea el miedo, a las cadenas de justificaciones del poder y el dinero? Si "para ser libres nos liberó Cristo". No somos una sucursal de ningún gobierno, ni de ninguna empresa, somos el ilusionante experimento de Dios para invitar a toda la humanidad a reencontrarse en Él.

 Regresar por otro camino. El papa nos invita a ensayar nuevas respuestas o continuar con aquellos proyectos que intentaban abrir nuevos medios de servicio al Evangelio, como es el caso, en nuestra díocesis de Albacete, del diaconado permanente, los grupos laicales de evangelización, el diálogo con la increencia...

Por último, adorar como elevación de nuestros deseos a la altura que Dios les da, la altura de su proyecto de salvación muy por encima del yo y sus chatos intereses, la anchura de su amor sin estrecheces que dejen a nadie fuera, la profundidad del sentido que no se agota con lo que sabemos o tenemos sino que aspira a darse y hacer felices a los que amamos y a los que nos necesitan.

He aquí una eclesiología realista, esperanzadora y práctica. Ahora solo falta que en lugar de entretenernos con discusiones baldías sobre nuestras pobres cuestiones de protocolo y organización, nos empleemos a fondo con el material humano del que iba la cosa, el material de los sueños y deseos de Dios para con todos sus hijos. 

 

sábado, 4 de septiembre de 2021

EL TIEMPO DE LA CREACIÓN: ECOTEOLOGÍA

La iniciativa Laudato Si' Movement, que agrupa cientos de organizaciones cristianas en favor de la ecología, nos propone un "Tiempo de la Creación". Del 2 de septiembre al 4 de octubre, se nos invita a orar, reflexionar, compartir y actuar en favor de la Casa Común, de la red de relaciones simbióticas que hay entre todo lo creado y en la que se juega el futuro de la vida en la tierra. Con el lema "Una casa para todos. Renovando el Oikos de Dios" se propone a las comunidades cristianas que tomen conciencia de la urgencia del problema ecológico desde la fe en Dios creador y la espiritualidad que genera esa primera palabra de Dios que fue la Creación de cuanto existe. Tal vez merezca la pena sugerir algunas claves teológicas de las muchas que se anudan en la motivación ecológica que el papa Francisco reavivó con su encíclica Laudato Si'.

En primer lugar está la interdependencia y corresponsabilidad que los relatos del Génesis otorgan a la humanidad en medio de la Creación. Su lugar preponderante no es un cheque en blanco. El "creced y multiplicaos, dominad la tierra" es inseparable de la propia condición creatural del hombre y la mujer, que aún ocupando un lugar privilegiado en la cadena de relaciones que forma la naturaleza, tiene también el deber de cuidar ese jardín, de cultivarlo y reconocer en él al que está por encima de todo, el propio Dios. De hecho, el primer pecado, o la cara personal del pecado original (su cara social es el relato del primer homicidio a cargo de Caín) apunta hacia el olvido de este lugar y su confusión con una supuesto endiosamiento del hombre. Si solo Dios es Dios y el hombre no lo es, entonces, su indudable capacidad de actuar sobre la naturaleza tiene límites. Una lectura atenta de los primeros 11 capítulos del Génesis nos sumergirá en una visión menos antropolátrica de lo que hasta ahora hemos interpretado. La confusión y pecado que laten por debajo de los episodios de la frutra prohibida, el asesinato de Abel, el diluvio y la torre de Babel tienen como trama común la ruptura de la relación con Dios a dejar de sentirse el hombre criatura y, por tanto parte de la Creación. La ruptura con Dios es ruptura con la Creación; la ruptura con la Creación, que supone su progresiva destrucción, implica habre roto los lazos también como Dios, el Creador común, nuestro y de todo. Esta reflexión bíblica, que inserta al ser humano en la Creación y lo supedita a Dios, debiera corregir la justificación creyente de la explotación sin medida de la naturaleza por parte del hombre y reencaminar su relación con el medio ambiente hacia una habitación más responsable, agradecida y protectora de la casa común de la Creación.

Como toda experiencia de fe, la vuelta la Creación como reconocimiento del Creador y conciencia de criaturas, comporta una espiritualidad, una moral y una eclesiología.

Espiritualidad de la Creación. Si el hombre no es Dios, pues es criatura del único Creador, tampoco la naturaleza es divina. Esto es algo que distingue la fe bíblica de las religiones de su entorno cultural y que requiere distinguir entre el reconocimiento de la huella de Dios en su Creación de la posible divinización y culto a los árboles, la tierra, los ríos, las estrellas o el universo entero. Otra cosa es que, como dijera San Juan de la Cruz, el paso de Dios por la Creación llena a todas las criaturas de su belleza y hermosura, pero no son Él. La Espiritualidad de la Creación debiera tener momentos contemplativos -y así lo vivieron todos los maestros espirituales- de la naturaleza, escucha y admiración de cuanto nos rodea, porque algo nos dice del que nos creó, pero en ningún caso puede confundirse con un panteísmo que despersonalizaría a Dios, lo cosificaría y lo vaciaría de entrañas y compasión.

Moral ecológica. El papa Francisco insiste en Laudato Si' en la "ecología integral" que inserta al ser humano en el problema ecológico. Por ello destaca que el problema ecológico es inseparablemente también un problema social. Defensa de la naturaleza, consumo responsable, protección del agua, eliminación de hábitos y prácticas destructivas tiene que ver también con desigualdad, pobreza, desnutrición, corrientes migratorias. La moral ecológica es difícil porque requiere un plano político de exigencia a nuestras autoridades que a todos se nos escapa pero que no por ello es menos urgente llevar a cabo. Por otra parte, un compromiso ecológico real por parte de los cristians exige que trabajemos en común con asociaciones y movimientos no eclesiales que nos llevan la delantera en concienciación y coherencia ecológicas. Tendremos que reunirnos con ellos, escucharlos y asumir sus propuestas.

Iglesia sostenible. Ya son muchas las propuestas de lo que las parroquias, diócesis y cada cristiano a nivel particular puede hacer. Desde luego que lo primero es concienciarnos, visualizar esta agenda entre nuestras prioridades, tener esta motivación entre nuestros objetivos. Pero, luego, habrá que tomar medidas concretas sobre el consumo de energía, la reutilización y reciclaje de los desechos. Y también estaría bien que nos atreviéramos a apoyar iniciativas que están más allá de nuestro entorno próximo, impulsando la repoblación, denunciando y oponiéndonos a cuantas posibles agresiones al medio ambiente conozcamos. Puede que no todo lo compartamos, pero al menos, apoyemos las que sean más importantes porque son más contaminantes, o porque destruyen o ponen en peligro ecosistemas más frágiles. 

Del 2 de septiembre al 4 de octubre, en nuestras parroquias, grupos, movimientos y asociaciones, pensemos, oremos y meditemos qué compromiso debemos adptar para renovar esta casa común que es la que Dios nos dio para que la habitáramos de manera responsable y agradecida.Veamos qué iniciativas podemos asumir, pero no dejemos correr el tiempo, puesto que todo lo que hizo Dios "era bueno", disfrutémoslo cuidándolo para que otros puedan también disfrutarlo y encontrarse con el Dios que lo creó todo.