El 18 de octubre de 2014 han concluido las sesiones del sínodo extraordinario sobre la familia (5-19 de octubre de 2014). El papa ha autorizado la inmediata publicación de la relación sinodal (traducción al español en la revista Ecclesia) con los resultados de las votaciones, número por número de dicha relación.
Aparte de la curiosidad sobre los números que han recabado más votos contrarios (de los 62 puntos, todos menos los números 52, 53 y 55 obtuvieron la mayoría de dos tercios), a nosotros, como materia propia de la Teología de los Sacramentos, nos interesa la presencia e importancia que tiene en esta reflexión eclesial sobre la familia, las consideraciones específicamente sacramentales, sobre todo referidas al Matrimonio y a la Eucaristía.
Sin entrar en el debate concreto respecto a la posible participación eucarística plena de los divorciados vueltos a casar, que el sínodo deja abierto, queremos indicar unas consecuencias de este debate que afectan a la plena comprensión de lo sacramental. Se hablaba de la familia, pero se discutía sobre el sacramento del Matrimonio, y también de la Eucaristía. Se intentaba abordar el acompañamiento pastoral de las situaciones familiares difíciles y dolorosas, pero el choque de líneas teológicas se ha concretado una vez más en la cuestión de las condiciones para la participación sacramental. Esta polaridad muestra el carácter integral de los sacramentos: se refieren a la vida toda del cristiano y la Iglesia. Y por eso mismo es pertinente que las necesarias precisiones normativas, si se puede o no comulgar, se hagan siempre en relación con esa vida compleja y variada de los fieles, de las familias y de las comunidades. A la espera de cómo retome el sínodo de 2015 lo que por ahora se queda en una reflexión previa, merece la pena que no se disuelva ese otro vínculo, el de los sacramentos y la vida, historia, circunstancias de sus destinatarios.
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