sábado, 22 de noviembre de 2014

21 de noviembre de 2014: 50 años de la "Lumen Gentium"

El 21 de noviembre de 1964 se promulgaba la constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II: Lumen Gentium. Con ella, la Iglesia hablaba de ella misma de un modo novedoso, al menos en los últimos 400 años. Claro que se mantenía, como no podía ser de otra manera, la fe en que la Iglesia es cuerpo místico de Cristo, en que Cristo es su cabeza y su razón de ser. Pero se rescataba, con una lectura histórico - salvífica, la noción de pueblo de Dios (capítulo II) y sacramento de Cristo (LG 1 y 9). Se mantenía que la Iglesia es misterio, además de institución (capítulo I), misterio del que da cumplida cuenta el horizonte escatológico al que tiende (capítulo VII). Misterio y sacramento de unidad, no solo con Cristo, no solo de todos los miembros de la Iglesia, sino de toda la humanidad (LG 1). Pero se resaltaba el sacerdocio bautismal (LG 10) por el que la naturaleza jerárquica de la Iglesia partía de la base común de la incorporación a Cristo. El hecho de que a la hora de desarrollar esa constitución organizativa, se empezara por el Pueblo de Dios antes del desglose ministerial (obispos y presbíteros: capítulo III; laicos: capítulo IV; religiosos: capítulo VI) resaltaba la primacía de la comunidad sobre los ministerios, si bien una primacía que para nada negara la íntima consustancialidad de ambos polos, el comunitario y el ministerial. Pero cuando, a continuación en el capítulo V se subraya la común vocación a la santidad de toda la Iglesia, y la común finalidad evangelizadora de todos los bautizados, se traba mejor la composición interna y funcional de Iglesia como una realidad en la que, como dirá luego el papa Francisco en Evangelii Gaudium 234-237, el todo es más importante que las partes.Y esas partes, con sus carismas y ministerios diferentes sirven al mismo y común conjunto del Pueblo de Dios. 
Un feliz aniversario de un no menos feliz reencuentro de la Iglesia consigo misma como pueblo, sacramento, misterio y sacerdocio común para salir de ella (como también insistirá el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium) y servir a la humanidad con lo mejor de ella misma, el Evangelio de Jesucristo.

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