martes, 31 de marzo de 2015

50 años de la Lumen Gentium

En 21 de noviembre de 1964 el concilio Vaticano II promulgaba la constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium. La Iglesia, después del Vaticano I y Trento, volvía a hablar de ella misma y era necesario que lo hiciera. Los atrincheramientos teológicos y pastorales asumidos como respuesta, primero a la reforma protestante, y después al modernismo, habían encerrado la Iglesia entre las formas inamovibles de la liturgia, los cánones y la presencia social heredada de los siglos y mantenida más por la inercia que por la vitalidad interna. Ello no quiere decir que todo fuera negativo. Pero si insuficiente y, a la larga, insostenible, porque el mundo sí había cambiado y la incomunicación con amplios sectores de la sociedad era creciente. 
La Lumen Gentium (completada por las otras tres constituciones dogmáticas del concilio) remozaba la autoconciencia de la Iglesia sin perder un ápice de su identidad profunda (misterio, cuerpo de Cristo) pero recuperando elementos atenuados o descuidados: la dimensión comunitaria permanente y transversal, y no solo institucional. Esto es lo que fundamentan el concepto "Pueblo de Dios", la afirmación del sacerdocio común de los fieles (el sacerdocio bautismal) y la fórmula "Iglesia sacramento" (LG 1, 9 y 48). Nada nuevo y todo novedoso. Los acentos sí que cuentan y marcan las prioridades y los modos pastorales, que son los que traducen al día a día de las comunidades las grandes propuestas y definiciones.
Concretamente para la sacramentología, la Lumen Gentium, a partir de la esa identificación de la Iglesia como sacramento, pone las bases de un liberación de los sacramentos del patrimonio exclusivo cultual. Son liturgia, claro, pero no sólo. Es más, son liturgia porque ésta es expresión siempre comunitaria de la Iglesia y su misión: hacer presente la acción salvífica de Cristo. La vinculación más explícita de los sacramentos con los otros ministerios de Cristo, el profético y el de la caridad, quedaba de manifiesto en las sucesivas alusiones a los sacramentos como actualización eclesial -comunitaria y en el tiempo- de la redención realizada por Cristo (LG 3 y sobre todo 11). 
A una Iglesia que se comprende como pueblo (con el "gusto espiritual de ser pueblo" que dice el papa Francisco en Evangelii Gaudium 268-274) le corresponde vivirlo en todo lo que hace y dice, y en los sacramentos, acciones y palabras que significan visiblemente lo que se realizan en el orden de la gracia, ese pueblo es sujeto y beneficiario, contenido y continente de lo celebrado.
Los 50 años de la Lumen Gentium bien valen una relectura y,a su luz, la apuesta decidida por una reflexión y praxis sacramental integral. La inseparable unión de la catequesis, la liturgia y la vida cristiana en la vivencia sacramental puede ayuda no solo a la autenticidad de lo sacramental, sino a la realización de la Iglesia como pueblo peregrino, comunidad orgánica, signo del gran sacramento de Cristo que es la Iglesia (H. de Lubac)

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