miércoles, 10 de abril de 2019

Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y Sumisión

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El 9 de abril de 1945, en el campo de concentracción de Flossembürg fue ahorcado por el régimen nazi el teólogo evangélico Dietrich Bonhoeffer. Brillante en su inteprertación de los textos bíblicos, sumamente profundo en su nivel especulativo, profético por su testimonio de vida hasta el martirio, coherente para con su fe y su razón cuando evita fáciles justificaciones... son algunas de las cualidades y méritos que lo convierten en un referente teológico y creyente. Pero a nosotros nos interesa otro mérito no menor, su clarividencia para otear el futuro del cristianismo y de la religión.
La modernidad sacó consecuencias de la suficiencia explicativa de la razón, tanto a nivel científico como ético. Entre esas consecuencias estaba la expulsión del ámbito racional de la fe religiosa y su habitante por exclencia: Dios. La sentencia fue pronunciada por muchas voces autorizadas, desde Comte, que preconicó el final de la religión, pasando por Marx, Freud, Nietzsche... así hasta llegar a  un nuevo ateísmo beligerante y cientificista (Dawkins, Dennet) y la moderna sociología de la religión representada por autores como Marcel Gauchet (El desencantamiento del mundo. Una historia política del mundo, Madrid 2005) 
Nuestro teólogo y compañero espiritual, desde la prisión de Teggel, donde estuvo encarcelado con anterioridad a su ejecución por la participación en un opertivo para ayudar a judíos a escapar del exterminio, escribe unas cartas a su amigo y hermano en la fe y la vocación de pastores, Eberhard Betge. En esas cartas, recogidas luego en un volumen con el título de Resistencia y sumisión, Bonheffer hace una prospectiva de lo que será el futuro del cristianismo. En lugar de rebatir las oscuras preddiciones sobre su final, asume plenamente que, en su dirección fundamental, des - sacralizadora, la secularización moderna es irreversible, Pero, lejos de ver en ello una fatal clausura para la historia de la fe religiosa cristiana, encuentra que supone una auténtica reconversión de esta fe a su verdad más esencial y central: Dios es siempre otra cosa que nuestras ides, vivir la fe en Él nos exige prescindir de usarlo como una variable más de las razones y conceptos. Eso es lo que significa su famosa frase, inspirada en Grotius, "vivir etsi Deus no daretur", "como si Dios no existiera". Pero, lejos de una claudicación, la tesis de Bonhoeffer, de calado místico y teológico, moral y pastoral, es vivir la fe como nervio de toda nuestra existencia, sacando a Dios de las "puntas de la vida" (el nacimiennto, la muerte, el origen del universo, su final) para reencontralo donde siempre estuvo y está: en el centro mismo de nuestras vidas.
El cristianismo del futuro, el cristianimos que tiene futuro, las Iglesias que vivirán y mediarán el cristianismo en un mundo secular, será el que asume esa centralidad de Dios, se desarma de una utilización más o menos respetuosa, pero siempre inadecuada, de Dios como argumento o entelequia, y se relaciona con Él a la manera de Cristo: plenamente sometido a su voluntad (el Reino de Dios) y, por ello, en resistencia activac contra los males que siempre pugnarán en su contra: el pecado, la injusticia, el autoendiosamiento del hombre en cualquiera de sus fórmulas políticas (nacionalismos exclucyentes, fascismos de la raza, autoritarismos del lider), intelectuales (monopolio de la verdad por parte de la razón lógico - empírica, absolutización de la razón instrumental y pragmatismo interesado como última razón del saber), pero, también las idolatrías cotidianas: consumismo, individualismo, indiferencia egoísta... 

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