viernes, 7 de enero de 2022

SOÑAR, BUSCAR, ADORAR. LA ECLESIOLOGÍA DE FRANCISCO


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (2022)

Mientras en algunas iglesias locales estamos preocupados porque las primeras comuniones deben ser en domingo, o por los conflictos entre las circunscripciones pastorales a la hora de repartirse la sacramentalidad, cuando no con los ornamentos que debe llevar el sacerdote, o los cantos que pueden y no pueden emplearse en la liturgia... el papa Francisco ha impartido una magistral lección de eclesiología en la celebración de la Epifanía del Señor. Lección de eclesiología y meditación sobre el carácter dinámico, esperanzador y místico de la fe. 

En primer lugar, resulta ejemplar que la reflexión del papa aterrice en la realidad eclesial del momento. Con realismo y valentía, no sin pesar, pero con la mirada puesta en el horizonte provocativo de la fe en el Evangelio, el papa se atreve a reconocer los inobjetables síntomas de fatiga eclesial de nuestro tiempo: 

A veces vivimos en una actitud de “estacionamiento”, vivimos estacionados, sin este impulso del deseo que es el que nos que hace avanzar. Nos hace bien preguntarnos: ¿en qué punto del camino de la fe estamos? ¿No estamos, desde hace demasiado tiempo, bloqueados, aparcados en una religión convencional, exterior, formal, que ya no inflama el corazón y no cambia la vida? ¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son “lengua muerta”, que habla sólo de sí misma y a sí misma? Es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús, por la alegría desbordante e incómoda del Evangelio. Es triste cuando un sacerdote ha cerrado la puerta al deseo; es triste caer en el funcionalismo clerical, es muy triste.
Sí, pero que muy triste es el diagnóstico, pero no menos certero y necesario. La Iglesia española, y también la de Albacete vive una actitud de "estacionamiento", estancamiento, anquilosamiento. Cuando la humanidad está herida en su salud social (pobreza estructural, el drama de los migrantes y refugiados), ecológica (el calentamiento global) y sanitaria (la pandemia de COVID y su injusta distribución de vacunas)..., cuando la evangelización conoce en buena parte del mundo occidental una progresiva tendencia de abandono e indiferencia..., cuando la carencia de vocaciones coincide con la tentación de perpetuar un modelo eclesial clerical y machista..., nuestras palabras y ritos se anclan en un estilo adormecedor, preocupado por conservar más que por despertar y provocar ese "deseo de encaminarse hacia Dios".
Es cierto, también, que hay constantes socio - culturales (el consumismo, la autosatisfacción con lo material e individual) que hacen todavía más grave la necesidad de evangelizar, empezando por despertar la fe de los que hemos de anunciar el Evangelio. Pero esas constantes de nuestro tiempo no eximen a la Iglesia de la responsabilidad que tiene como conocedora de la verdad y la vida que Cristo nos trae de parte del Padre. 
La propuesta del papa para despertar la fe, es la que Mateo identifica en las actitudes de los magos: seguir buscando los signos que indican el cumplimiento de las promesas; desear la realización de su sueño de vida y salvación, ponerse en camino para alcanzar la meta soñada; adorar poniendo a Dios y su amor por la humanidad por encima de todos los intereses egoístas. 
Pero, lo que es común y aplicable para toda la Iglesia, para todos los creyentes, lo es de manera especial para los que sirven a la comunidad: obispos, presbíteros, religiosos. Cansados, cerrados, tristes, indiferentes por dejar de soñar, buscar, desear, adorar. Frente a lo cual, y dentro siempre de esa común esfera de la fe reavivada, el papa nos señala algunas pautas bien concretas, de manera que a nosotros nos toque decidir si acometemos esta terapia de choque o dejamos pasar el tiempo hasta que ya sea tarde para invertir el signo de los acontecimientos. 
Al hilo del relato de los magos, el papa nos sugiere cinco acciones para salir de esta situación de aletargamiento, que a la postre, será letal para la fe y la evangelización:

Partir: empezar cuantas veces haga falta. Llevamos a las espaldas muchos intentos fallidos, y sin embargo, el Espíritu nos dice que la iniciativa merece la pena, pero siempre desde un discernimiento previo: ¿es esto lo que nos pide la evangelización?, ¿respondemos así a lo que la gente necesita para encontrarse con Dios?

Preguntarse, dejarse interrogar. Debemos escuchar las demandas que se nos hacen, inquietarnos por las dudas y acusaciones que nos llegan si es que estamos atentos para recibirlas. Y para ello también en el interior de la Iglesia deben cundir el diálogo, el debate, la discrepancia y el intercambio de puntos de vista. Esperemos que la "sinodalidad" que fomenta el próximo sinodo así lo permita.

Desafiar. Pero ¿quién nos ha dicho que le debemos algo, que no sea el miedo, a las cadenas de justificaciones del poder y el dinero? Si "para ser libres nos liberó Cristo". No somos una sucursal de ningún gobierno, ni de ninguna empresa, somos el ilusionante experimento de Dios para invitar a toda la humanidad a reencontrarse en Él.

 Regresar por otro camino. El papa nos invita a ensayar nuevas respuestas o continuar con aquellos proyectos que intentaban abrir nuevos medios de servicio al Evangelio, como es el caso, en nuestra díocesis de Albacete, del diaconado permanente, los grupos laicales de evangelización, el diálogo con la increencia...

Por último, adorar como elevación de nuestros deseos a la altura que Dios les da, la altura de su proyecto de salvación muy por encima del yo y sus chatos intereses, la anchura de su amor sin estrecheces que dejen a nadie fuera, la profundidad del sentido que no se agota con lo que sabemos o tenemos sino que aspira a darse y hacer felices a los que amamos y a los que nos necesitan.

He aquí una eclesiología realista, esperanzadora y práctica. Ahora solo falta que en lugar de entretenernos con discusiones baldías sobre nuestras pobres cuestiones de protocolo y organización, nos empleemos a fondo con el material humano del que iba la cosa, el material de los sueños y deseos de Dios para con todos sus hijos. 

 

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