sábado, 4 de septiembre de 2021

EL TIEMPO DE LA CREACIÓN: ECOTEOLOGÍA

La iniciativa Laudato Si' Movement, que agrupa cientos de organizaciones cristianas en favor de la ecología, nos propone un "Tiempo de la Creación". Del 2 de septiembre al 4 de octubre, se nos invita a orar, reflexionar, compartir y actuar en favor de la Casa Común, de la red de relaciones simbióticas que hay entre todo lo creado y en la que se juega el futuro de la vida en la tierra. Con el lema "Una casa para todos. Renovando el Oikos de Dios" se propone a las comunidades cristianas que tomen conciencia de la urgencia del problema ecológico desde la fe en Dios creador y la espiritualidad que genera esa primera palabra de Dios que fue la Creación de cuanto existe. Tal vez merezca la pena sugerir algunas claves teológicas de las muchas que se anudan en la motivación ecológica que el papa Francisco reavivó con su encíclica Laudato Si'.

En primer lugar está la interdependencia y corresponsabilidad que los relatos del Génesis otorgan a la humanidad en medio de la Creación. Su lugar preponderante no es un cheque en blanco. El "creced y multiplicaos, dominad la tierra" es inseparable de la propia condición creatural del hombre y la mujer, que aún ocupando un lugar privilegiado en la cadena de relaciones que forma la naturaleza, tiene también el deber de cuidar ese jardín, de cultivarlo y reconocer en él al que está por encima de todo, el propio Dios. De hecho, el primer pecado, o la cara personal del pecado original (su cara social es el relato del primer homicidio a cargo de Caín) apunta hacia el olvido de este lugar y su confusión con una supuesto endiosamiento del hombre. Si solo Dios es Dios y el hombre no lo es, entonces, su indudable capacidad de actuar sobre la naturaleza tiene límites. Una lectura atenta de los primeros 11 capítulos del Génesis nos sumergirá en una visión menos antropolátrica de lo que hasta ahora hemos interpretado. La confusión y pecado que laten por debajo de los episodios de la frutra prohibida, el asesinato de Abel, el diluvio y la torre de Babel tienen como trama común la ruptura de la relación con Dios a dejar de sentirse el hombre criatura y, por tanto parte de la Creación. La ruptura con Dios es ruptura con la Creación; la ruptura con la Creación, que supone su progresiva destrucción, implica habre roto los lazos también como Dios, el Creador común, nuestro y de todo. Esta reflexión bíblica, que inserta al ser humano en la Creación y lo supedita a Dios, debiera corregir la justificación creyente de la explotación sin medida de la naturaleza por parte del hombre y reencaminar su relación con el medio ambiente hacia una habitación más responsable, agradecida y protectora de la casa común de la Creación.

Como toda experiencia de fe, la vuelta la Creación como reconocimiento del Creador y conciencia de criaturas, comporta una espiritualidad, una moral y una eclesiología.

Espiritualidad de la Creación. Si el hombre no es Dios, pues es criatura del único Creador, tampoco la naturaleza es divina. Esto es algo que distingue la fe bíblica de las religiones de su entorno cultural y que requiere distinguir entre el reconocimiento de la huella de Dios en su Creación de la posible divinización y culto a los árboles, la tierra, los ríos, las estrellas o el universo entero. Otra cosa es que, como dijera San Juan de la Cruz, el paso de Dios por la Creación llena a todas las criaturas de su belleza y hermosura, pero no son Él. La Espiritualidad de la Creación debiera tener momentos contemplativos -y así lo vivieron todos los maestros espirituales- de la naturaleza, escucha y admiración de cuanto nos rodea, porque algo nos dice del que nos creó, pero en ningún caso puede confundirse con un panteísmo que despersonalizaría a Dios, lo cosificaría y lo vaciaría de entrañas y compasión.

Moral ecológica. El papa Francisco insiste en Laudato Si' en la "ecología integral" que inserta al ser humano en el problema ecológico. Por ello destaca que el problema ecológico es inseparablemente también un problema social. Defensa de la naturaleza, consumo responsable, protección del agua, eliminación de hábitos y prácticas destructivas tiene que ver también con desigualdad, pobreza, desnutrición, corrientes migratorias. La moral ecológica es difícil porque requiere un plano político de exigencia a nuestras autoridades que a todos se nos escapa pero que no por ello es menos urgente llevar a cabo. Por otra parte, un compromiso ecológico real por parte de los cristians exige que trabajemos en común con asociaciones y movimientos no eclesiales que nos llevan la delantera en concienciación y coherencia ecológicas. Tendremos que reunirnos con ellos, escucharlos y asumir sus propuestas.

Iglesia sostenible. Ya son muchas las propuestas de lo que las parroquias, diócesis y cada cristiano a nivel particular puede hacer. Desde luego que lo primero es concienciarnos, visualizar esta agenda entre nuestras prioridades, tener esta motivación entre nuestros objetivos. Pero, luego, habrá que tomar medidas concretas sobre el consumo de energía, la reutilización y reciclaje de los desechos. Y también estaría bien que nos atreviéramos a apoyar iniciativas que están más allá de nuestro entorno próximo, impulsando la repoblación, denunciando y oponiéndonos a cuantas posibles agresiones al medio ambiente conozcamos. Puede que no todo lo compartamos, pero al menos, apoyemos las que sean más importantes porque son más contaminantes, o porque destruyen o ponen en peligro ecosistemas más frágiles. 

Del 2 de septiembre al 4 de octubre, en nuestras parroquias, grupos, movimientos y asociaciones, pensemos, oremos y meditemos qué compromiso debemos adptar para renovar esta casa común que es la que Dios nos dio para que la habitáramos de manera responsable y agradecida.Veamos qué iniciativas podemos asumir, pero no dejemos correr el tiempo, puesto que todo lo que hizo Dios "era bueno", disfrutémoslo cuidándolo para que otros puedan también disfrutarlo y encontrarse con el Dios que lo creó todo.
 


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