El tratado de la fe de la Summa Theologiae de Santo Tomás se incribe dentro de la segunda parte, es decir, en el itinerario que lleva a Dios. Concretamente, abarca las cuestiones 1 - 16 de segunda parte de la parte segunda (II - IIae). Si la primera parte (I) de la Summa habla de Dios como fin al que tiende el hombre, y la tercera (III) de Jesucristo y los sacramentos como el camino para llegar a Dios, la Segunda parte (II) describe la praxis que lleva a Dios, es decir la moral que, a su vez, consta de la estructura antopológica de la voluntad (la libertad, las pasiones, los hábitos, la ley, la gracia: I IIae) y las virtudes con su contraposicion: el pecado (II - IIae)
Es interesante su comprensión del pecado como lo que se opone a la virtud. Los pecados son el reverso o la negación del bien. Igualmente es muy característico de su esquema antropológico su defensa del carácter libre y voluntario de la acción moral. Después de haber desarrollado de manera general en la I - IIae los hábitos y las virtudes (intelectuales, morales y teologales) en la segunda hace un estudio pormenorizado de las distintas virtudes y los vicios correspondiente. La fe es la primera de las tres virtudes teologales, seguida de la esperanza y la caridad. Después tratará las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Su abordaje de la fe, conforme a su método analítico, sistemático y didáctico, va afrontando sucesivamente los distintos elementos o componentes de la fe: su objeto, el acto de fe, el hábito de la fe (con sus causas y sus efectos) así como los dones que le corresponden: ciencia y entendimiento. Los vicios y pecados que se contraoponen a la fe, que la niegan, merman o falsean serían la infidelidad (herejía y apostasía) y la blasfemia, dentro de la cual se singulariza el pecado contra el Espíritu Santo.
Nos paramos en la cuestión 4 ("La virtud de la fe en sí misma") y en su artículo 1º (II - IIae q4 a1):
¿Es adecuada la definición de la fe dada por el apóstol: "la fe es sustancia de lo que se espera, argumento de las realidades que no se ven" Hb 11,1.
Conforme al sistema argumentativo de las cuestiones, primero plantea las objeciones y luego los argumentos que él autor defiende, es decir, las conclusiones. Puesto que empieza diciendo que no parece ser verdadera la definición de fe propuesta por la carta a los Hebreos, las conclusiones defenderán que sí lo es. El teólogo por antonomasia argumenta que por "sustancia de lo que se espera" hay que entender la plena correspondencia entre su objeto (tanto de la voluntad, que es el bien y el fin; como de la inteligencia, cuyo objeto es la verdad) y su fin. Esta plena correspondencia se debe al carácter teologal de la fe, por el que su objeto es la Verdad primera y las verdades que se siguen de ella. Y por cuanto esta Verdad primera no es vista, no es evidente, de algún modo se la cree en régimen de esperanza, como algo esperado que sea así como se cree aunque no se ve. De este modo, los dos términos de la definición -lo que se espera y lo que no se ve- están intimamente relacionados.
Por otra parte, los sujetos a los que se atribuyen estos términos -sustancia y argumento- también son pertinentes. Por sustancia hemos de entender una realidad incoada pero no totalmente realizada:
"Esto quiere decir que el comienzo de las cosas que esperamos está en nosotros por el asentimiento de la fe, que en germen encierra todas las cosas esperadas."
Como se ve, pertenece a la naturaleza dinámica y procesual de la fe, acceder de manera potencial e inicial a las realidades creídas, que se anticipan por su aceptación y, en esa medida, adelantan también la certeza o seguridad de lo que todavía no está culminado.
Igualmente, el sujeto "argumento", al que se le atribuye el término "las realidades que no se ven", no debe entenderse de manera apodíctica e irrebatible. El santo dominico precisa que aquí argumento viene legitimado por sus efecto: la inteligencia de lo creído aunque no visto. Y sugiere, prudente a la par que astuto, su traducción como "convicción", pues ese es el efecto en el creyente de la fe en lo creído por la autoridad divina.
Pero, para mayor claridad, y que eso nos quedaremos, santo Tomás propone, después de haber acotado las líneas de significación y coherencia de la definición de Hb 11, 1, su propia definición, que más allá d una mera alternativa equivalente profundiza de manera creativa su idea de la fe:
la fe es el hábito de la mente por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al entendimiento a cosas que no se ven.
... la fe inicia en nosotros la vida eterna, se entiende que, como sustancia, en modo incoativo, pero ya efectivo. Después de eso, las verdades asentidas, esas que no se ven, resultan, en cualquier caso, derivadas, subsecuentes, respecto al primer y superior fruto de anticipar la eternidad. Harina de otro costal sería saber si esto es lo que quería decir el autor de la Carta a los Hebreos, pero si no lo fuera, tenemos que concederle a santo Tomás que su explicación está muy bien traída y nos permite seguir reflexionando y meditando sobre qué es la fe y cómo vivirla con plena fruición
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