El 22 de febrero de 2014 la Pontificia Comisión Bíblica publicó el documento: Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura. La palabra que viene de Dios y habla de Dios para salvar el mundo, traducido al español en la BAC. Una aportación importante que, aun no siendo un pronunciamiento magisterial, sí que configura un marco referencial para el tratamiento de esas notas constitutivas de la Sagrada Escritura para la fe: su carácter inspirado y su contenido de verdad. La idea y el hecho que sirve de base para esta reflexión sobre la inspiración y la verdad de la Sagrada Escritura es la del auto -testimonio de los propios escritos bíblicos sobre su autoría divina (inspiración) -parte primera- y sobre la verdad que comunica (segunda parte), que no es otra que la de la salvación que Dios quiere para todos y que Cristo realiza con vida, pasión y resurrección. La concentración cristológica y soteriológica como claves interpretativas que guían la idea católica de inspiración y verdad es una herencia fiel de la Dei Verbum. Cristo es el test de la veracidadad y del contenido salvífico de toda la Sagrada Escritura, y ha de servirnos de referencia fundamental para poner en orden y aplicar vitalmente sus múltiples enseñanzas e informaciones.
Como conclusión de la Primera Parte se resume el proceso de formación del canon (nn. 60-61) Aspecto este que no cuenta con ese valioso auto - testimonio de los propios libros bíblicos: no hay un texto bíblico que cite la lista de todos los libros que entran en el canon, aunque sí que existen referencias a sus partes fundamentales. Esta situación apunta al papel que desempeña la tradición y, por tanto la comunidad (ya sea la sinagoga o la Iglesia) para recibir y confirmar el canon completo de la Sagrada Escritura. Algo que, como es sabido, en la Iglesia católica no ocurre hasta el concilio de Trento.
Es de agradecer que en la tercera y última parte del documento, se aborde pasajes de difícil interpretación. No se busquen, aunque la curiosidad lo apetezca con ahínco, explicaciones satisfactorias y concluyentes sobre esas "cruces interpretativas". Pero lo que si nos ofrecen los autores de esta excelente introducción y balance de teología bíblica son unos criterios generales que deben servirnos siempre para no forzar ni desistir en la interpretación de la Palabra de Dios. Concretamente, los principales criterios son dos: situar los pasajes en su contexto histórico y considerar debidamente el género literario que cualifica el sentido de los textos. A este respecto merece la pena leer la alocución del papa Francisco a esta misma Pontificia Comisión Bíblica (12 de abril de 201) en la que con suma concisión el papa recuerda que la Palabra de Dios es anterior y superior a la Biblia, de la que ésta, con sus libros y la tradición dentro de la cual los leemos, constituyen un memorial escrito. Pero el centro de nuestra fe no es el libro sino la historia de la salvación y la persona de Cristo, a cuyo servicio están el contenido y la interpretación del libro. Por eso mismo también, insiste el papa en el papel de la tradición interpretativa (valga decir la lectura eclesial de la Biblia) por la que accedemos al valor y significado de la Escritura.
Referencias:
- Inspiración y verdad. Artículo en el Observatore Romano de Klemens Stock, secretario de la Pontificia Comisión Bíblica.
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