miércoles, 20 de marzo de 2019

Ser Cristiano (Hans Küng 1974)


En 1974 el teólogo suizo Hans Küng (19 de marzo de 1928) publicó un libro, Ser cristiano (edición española en 1977), que, junto a su otra obra emblemática, Existe Dios (1978), supuso un hito en la teología por su alcance extra - académico. Se trataba de una obra que abría un filón de teología divulgativa, sin perder su rigor y su profundidad. Porque esta línea de divulgación no era la del mero sensacionalismo ni la suma de vaguedades que a veces se confunden con divulgación, sino la exposición amplia, bien razonada, pero también en conexión con preguntas y situaciones propias de la sociedad moderna y, por tanto, actuales.
En el año 2011, la revista teológica Concilum dedicó un número monográfico (nº 340) al mismo tema que Hans Küng había elegido para su libro. En la editorial de dicho número, se decía que tanto el libro de Küng, como otro de Tymothy Radclife (¿Qué sentido tiene ser cristiano? 2005) les había sugeido la necesidad de que la teología, so capa de cierta hiper - especialización, no abandonara nunca la reflexión central y actualizada sobre "el meollo" del cristianismo, la especificidad y diferencia del hecho de ser, creer y vivir como cristianos. Esta reflexión supone para la teología no perder la conexión entre su estudio de los textos fundacionales del cristianismo y lo que supone en la realidad una vida cristiana. Recogiendo ese reto y como homenaje en su 91 cumpleaños a Hans Küng hacemos una recensión de esta obra a la luz de su propia relectura por el autor: "El libro Ser Cristiano en retrospectiva", Concilium 340 (2011) 11/163 - 19/171.
Frente al enfoque más esencialista y maximalista que supone el título Esencia del cristianismo que ha marcado la historia de las relaciones entre la teología y la modernidad desde la obra de Feuerbach (1841) y las re - escrituras de dicho tópico por Adolf von Harnack (1900), Romano Guardini (1938) y, más recientemente, el teólogo y obispo italiano Bruno Forte (2002), la opción de Hans Küng por el título "ser cristiano" pasaba del terreno de la esencia al de la existencia. El antecedente de esta obra, según declara su autor, fue la aportación que presentó en 1970 al congreso organizado por Concilium con el tema "El futuro del cristianismo", dentro de una sección del congreso dedicada al tema "¿Cuál es el mensaje cristiano?" De aquella aportación se extrajeron una serie de directrices teológicas comunes de las cuales habría dos que marcan el fondo y la finalidad de la obra que comentamos:

  • El mensaje cristiano es el propio Jesucristo (algo que, por cierto enlaza muy bien con la propuesta que ya hiciera Romano Guardini en su Esencia del cristianismo)
  • Las iglesias cristianas, fieles a los credos originarios, deben actualizarlos continuamente al momento que viven.
Estas dos resoluciones, dice el autor, suponían dotar de unidad a la teología progresista. Pero, también ayudaron a que el libro que se inspiraba en ellas y las desarrollaba de manera cumplida, pudiera prestar un servicio estimulante a muchas personas que, aún alejadas de las iglesias, seguían preguntándose cómo ser cristianas.
Hans Küng sintetiza en el articulo citado de Concilium los objetivos que guiaron su trabajo: En primer lugar, hacer una exposición completa del mensaje cristiano, ciñiéndose a la verdad sin componendas eclesiásticas. Como punto de partida, las preguntas reales, existenciales, actuales. Se planteaba mostrar la unidad subyacente a la teología y la posibilidad de un consenso entre las iglesias sobre lo esencial del cristianismo, sobre la base de algunos temas que había estudiado en sus obras anteriores: la justificación, la cristología y la eclesiología. Para ello, acometió una renovación del lenguaje teológico que lo hiciera más claro, preciso, pero también ameno. Todo ello se podría sintetizar en una convicción, la de basar la vida cristiana en una espiritualidad no tanto de creencias y dogmas sino de en la propia figura de Jesucristo. A pesar de todo lo dicho, se queja Küng de que su propuesta no fue acogida por las jerarquías eclesiales, lo cual supondría en a su juicio, una oportunidad perdida de actualizar y revitalizar la vida cristiana.
Ser cristiano tiene cuatro partes:
I. El horizonte. Como se hace en topografía, para alzar el plano de esta presentación integral y práctica del cristianismo, antes Hans Küng "triangula" el espacio y el tiempo en los que se mueve: el reto de los humanismos modernos, la provocación del anuncio de la fe en Dios y la coyuntura inter - religiosa que aboca a un diálogo, más urgente cuanto más arrecia la negación de la vigencia de sus propuestas. 
II. Lo distintivo. Tal vez el pilar sustentatne de toda la propuesta de esta forma de entender el cristianismo como una forma humanizadora de vida sea este bloque cristológico, en el que se asumen las consecuencias de buena parte de la investigación sobre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe para desembocar en la fe viva y consecuente en el Cristo real, verdadera peculiaridad cualificadora de la experiencia cristiana. Adelantando trabajos posteriores, dedica un capítulo de esta parte a clarificar las relaciones entre el cristianismo y el judaísmo, con la intención de superar un desencuentro que false en no menor medida parte del origen histórico del cristianismo.
III. El programa. Asumiento, con una postura no evasiva, el contexto social del mundo actual, el programa cristiana suma la causa de Dios a la causa del hombre como dos polos no enfrentados sino interdependientes. Para entablar dicha interrelación habrá de afrontarse el conflicto inherente al ser humano a través de la reinterpretación de los asertos fundamentales de la tradición cristiana. Solo así el cristiano podrá alumbrar una verdadera vida nueva y construir la Iglesia acorde con estos retos, pluriforme y ecuménica.
IV. La praxis. Ser cristiano significa ser radicalmente humano, plenamente insertados en el contexto social para apostar por la libertad y la justicia, y a ello debe contribuir la praxis de la Iglesia.
El libro termina con una fórmula que, en palabras del autor, constituye el credo que le ha guiado a lo largo de toda su vida y que bien pudiera seguir inspirando, cuarenta y cinco años después, a otras personas que se plantean el cristianismo desde los espacios fronterizos entre las iglesias y el mundo secularizado:

En el seguimiento de Jesucristo,
el ser humano en el mundo de hoy puede
vivir, actuar, padecer y morir de manera verdaderamente humana:
en la dicha y la desdicha, en la vida y en la muerte, sostenidos por
Dios y al servicio de los demás.

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