Con motivo del inicio del Ramadán, la Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso ha publicado un mensaje de fraternidad:
Mensaje Fraterno a las Comunidades de Musulmanes en España con motivo de Ramadán 2025
Con motivo del inicio del Ramadán, la Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso ha publicado un mensaje de fraternidad:
Mensaje Fraterno a las Comunidades de Musulmanes en España con motivo de Ramadán 2025
El tratado de la fe de la Summa Theologiae de Santo Tomás se incribe dentro de la segunda parte, es decir, en el itinerario que lleva a Dios. Concretamente, abarca las cuestiones 1 - 16 de segunda parte de la parte segunda (II - IIae). Si la primera parte (I) de la Summa habla de Dios como fin al que tiende el hombre, y la tercera (III) de Jesucristo y los sacramentos como el camino para llegar a Dios, la Segunda parte (II) describe la praxis que lleva a Dios, es decir la moral que, a su vez, consta de la estructura antopológica de la voluntad (la libertad, las pasiones, los hábitos, la ley, la gracia: I IIae) y las virtudes con su contraposicion: el pecado (II - IIae)
Es interesante su comprensión del pecado como lo que se opone a la virtud. Los pecados son el reverso o la negación del bien. Igualmente es muy característico de su esquema antropológico su defensa del carácter libre y voluntario de la acción moral. Después de haber desarrollado de manera general en la I - IIae los hábitos y las virtudes (intelectuales, morales y teologales) en la segunda hace un estudio pormenorizado de las distintas virtudes y los vicios correspondiente. La fe es la primera de las tres virtudes teologales, seguida de la esperanza y la caridad. Después tratará las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Su abordaje de la fe, conforme a su método analítico, sistemático y didáctico, va afrontando sucesivamente los distintos elementos o componentes de la fe: su objeto, el acto de fe, el hábito de la fe (con sus causas y sus efectos) así como los dones que le corresponden: ciencia y entendimiento. Los vicios y pecados que se contraoponen a la fe, que la niegan, merman o falsean serían la infidelidad (herejía y apostasía) y la blasfemia, dentro de la cual se singulariza el pecado contra el Espíritu Santo.
Nos paramos en la cuestión 4 ("La virtud de la fe en sí misma") y en su artículo 1º (II - IIae q4 a1):
¿Es adecuada la definición de la fe dada por el apóstol: "la fe es sustancia de lo que se espera, argumento de las realidades que no se ven" Hb 11,1.
Conforme al sistema argumentativo de las cuestiones, primero plantea las objeciones y luego los argumentos que él autor defiende, es decir, las conclusiones. Puesto que empieza diciendo que no parece ser verdadera la definición de fe propuesta por la carta a los Hebreos, las conclusiones defenderán que sí lo es. El teólogo por antonomasia argumenta que por "sustancia de lo que se espera" hay que entender la plena correspondencia entre su objeto (tanto de la voluntad, que es el bien y el fin; como de la inteligencia, cuyo objeto es la verdad) y su fin. Esta plena correspondencia se debe al carácter teologal de la fe, por el que su objeto es la Verdad primera y las verdades que se siguen de ella. Y por cuanto esta Verdad primera no es vista, no es evidente, de algún modo se la cree en régimen de esperanza, como algo esperado que sea así como se cree aunque no se ve. De este modo, los dos términos de la definición -lo que se espera y lo que no se ve- están intimamente relacionados.
Por otra parte, los sujetos a los que se atribuyen estos términos -sustancia y argumento- también son pertinentes. Por sustancia hemos de entender una realidad incoada pero no totalmente realizada:
"Esto quiere decir que el comienzo de las cosas que esperamos está en nosotros por el asentimiento de la fe, que en germen encierra todas las cosas esperadas."
Como se ve, pertenece a la naturaleza dinámica y procesual de la fe, acceder de manera potencial e inicial a las realidades creídas, que se anticipan por su aceptación y, en esa medida, adelantan también la certeza o seguridad de lo que todavía no está culminado.
Igualmente, el sujeto "argumento", al que se le atribuye el término "las realidades que no se ven", no debe entenderse de manera apodíctica e irrebatible. El santo dominico precisa que aquí argumento viene legitimado por sus efecto: la inteligencia de lo creído aunque no visto. Y sugiere, prudente a la par que astuto, su traducción como "convicción", pues ese es el efecto en el creyente de la fe en lo creído por la autoridad divina.
Pero, para mayor claridad, y que eso nos quedaremos, santo Tomás propone, después de haber acotado las líneas de significación y coherencia de la definición de Hb 11, 1, su propia definición, que más allá d una mera alternativa equivalente profundiza de manera creativa su idea de la fe:
la fe es el hábito de la mente por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al entendimiento a cosas que no se ven.
... la fe inicia en nosotros la vida eterna, se entiende que, como sustancia, en modo incoativo, pero ya efectivo. Después de eso, las verdades asentidas, esas que no se ven, resultan, en cualquier caso, derivadas, subsecuentes, respecto al primer y superior fruto de anticipar la eternidad. Harina de otro costal sería saber si esto es lo que quería decir el autor de la Carta a los Hebreos, pero si no lo fuera, tenemos que concederle a santo Tomás que su explicación está muy bien traída y nos permite seguir reflexionando y meditando sobre qué es la fe y cómo vivirla con plena fruición
Pier Angelo Sequeri, teólogo y musicólogo
Puede que muchos no conozcan la personalidad teológica del autor del himno del Jubileo 2025: Pier Angelo Sequeri. Pero su contribución al evento jubilar como creador de la letra de su himno, da pie para presentarle en su condición de pensador y creador también en el campo de la teología. Es cierto que sus textos resultan a veces difíciles de comprender si no se emplea una lectura acompasada al ritmo de su pensamiento, más expansivo que discursivo, tendente a lo profundo más que a la mera divulgación y sumamente sugestivo, como lo son las palabras poéticas y espirituales.
En el himno del Jubileo, "Peregrinos de esperanza" los motivos teológicos de la práctica espiritual que siempre fue la peregrinación, se expresan tanto por los contenidos (la fe como confianza, la esperanza como atracción de la fe, Dios que nos cuida, Cristo camino universal) como por el uso cuidadoso de las formas plurales y las imágenes dinámicas (llama viva, camino, senda, encuentro), ambas confluyentes en cada estrofa en un vórtice de profundidad: seno, Dios tierno y paciente, el Espíritu que lo hace todo nuevo y Cristo camino en el que Dios se ha hecho hombre. Un buen ejemplo de que la buena teología siempre será una fiel acompañante de la práctica pastoral y la espiritualidad que le da sentidos y corazón, estética y emoción. No en vano, Pier Angelo Sequeri es autor de, entre otros títulos, de un tratado de teología fundamental sobre la fe como confianza (Teología fundamental, la idea de la fe. Sígueme); una reflexión sobre la fe ante la cultura postmoderna (Contra los ídolos postmodernos. Herder) y una preciosa y estimulante presentación de los sacramentos (Sacramentos signos de gracia. Itinerarios para descubrirlos. Narcea).
Desde el trasfondo místico que hay por debajo de toda experiencia de fe y de todas sus manifestaciones sensibles y espirituales, el himno del Jubileo compuesto por este teólogo comprometido con una teología atenta a los signos culturales de nuestro tiempo y destinada, como no podría ser de otra manera sin dejar de ser eclesial, a la animación del servicio pastoral y evangelizador nos recuerda los versos de san Juan de la Cruz, Llama de amor viva. Estos versos, como el poema de nuestro himno, se dirigen a Dios, que cual llama de amor viva nos hiere, eso sí: ¡suavemente!, en el más profundo centro. Una llama que es encuentro y que mora en nuestro seno, iluminándolo de su oscuridad, curándolo de su soledad. Si no fuera cierta la experiencia espiritual del poeta místico no sería tan fecunda su oferta de sentido e inspiración. Y si no fuera auténtica la sabiduría teológica del autor de esta letra, no podría sugerirnos los versos del santo poeta.
Cuando en el Proemio de Veritatis gaudium se menciona la profundización del kerigma y el diálogo como criterios para renovar los estudios, se quiere decir que estos se encuentran al servicio del camino de una Iglesia que pone cada vez más en su centro la evangelización. No la apologética, no los manuales —como hemos escuchado—: evangelizar.Esta finalidad evangelizadora exige, pues, el diálogo como herramienta fundamental, pues no se trata de proselitismo, sino de compartir, ofrecer y, siempre, escuchar. Pero, el diálogo es también un criterio hermenéutico para acogida plena, viva, del kerygma. Y es que, dice Francisco, la comprensión actualizada, contextual y relevante de la predicación originaria, junto a la escucha de la Palabra, requiere su puesta en práctica a través del amor. En este juego de complementariedad entre escucha de la Palabra dada y diálogo con el presente interpelante, el teólogo podrá discernir su significado verdaderamente significativo para hoy, valga decir, el significado vivo y que puede ayudarnos a vivir.
El pasado 3 de junio de 2024 falleció el téologo evangélico Jürgen Moltmann, nacido en 1926. Más allá de las reseñas biográficas y sobre su trayectoria teológica (al final del artículo hay algunas de ellas), a mi me interesa su perfil de profesor y, más concretamente, en el campo de la introducción a la teología, una de las antesalas de la propia Teología Fundamental. Hoy, en la universidad española, por su perfil dedicacional, los profesores se distribuyen, orgánica y vocacionalmente, en tres categorías, muchas veces totalmente incomunicadas entre sí: docentes, investigadores y gestores. Valga decir que, en las más de las veces, los mejores de todos ellos, son los que aúnan en su experiencia e intencionalidad la docencia y la investigación. Moltmann fue un creador teológico, un elaborador de teología. Así lo muestran sus dos grandes obras: Teología de la esperanza (1966) y El Dios crucificado (1972), ambas en el origen y el trasfondo de toda una línea teológica que asumirá la realidad histórica en su concreción social y cultural, para desembocar en corrientes y metodologías comprometidas con la transformación de las condiciones de la vida real de los opimisos: la teología política y la teología de la liberación. Sólo por esta influencia, Moltmann, formará parte de la historia de la teología contemporánea. Toda una lección para caminantes, el compromiso con el presente arraiga en la relidad de la vida entregada de Jesús y tiende hacia la plenitud de humanidad que dicha entrega anticipa e inspira. Escatología y Cristología anudadas para embridar con fuerza, la que dan la Encarnación y la esperanza que alentó a Jesús, una vida cristiana que se hace cargo del presente para empujarlo un trecho más hacia el reinado de Dios.
Y, sin embargo, en este homenaje al teólogo de la esperanza y la cruz, nos fijamos en una obra menor, pero no pequeña; secundaria pero no insignificante: ¿Qué es teología hoy? (1988; edición española en Sígueme, Salamanca 1992; traducción de Adolfo Oliveira). Se trata de la publicación de dos breves estudios sobre la teología del s. XX, con los que el autor, como reza el subtítulo, quiere hacer "dos contribuciones para su actualización".
En el primer ensayo, "El camino de la teología en el siglo XX", Moltmann realiza una concentrada, pero lograda sinopsis del camino que la teología moderna ha recorrido desde los retos heredados del s. XIX, cuyo mundo burgués quedaba liquidado por las guerras mundiales. De los rescoldos de esta época de revoluciones y reivindicación de libertades, la teología del s. XX hereda tres tareas que son tres contradicciones, las que plantean la economía liberal, el cientificism positivista y tecnocrático y las crisis y dificultades de las democracias. Y, asomándose al horizonte del futuro posible, apuntaba el autor, el camino pasaba por la deseseuropeización y universalidad del quehacer teológico. Tres líneas de problemas teológicos, con sus correspondientes concreciones en corrientes y autores, dan cuerpo a la visión de conjunto de la teología del siglo XX que Moltmann nos facilita:
Y como prueba de esta apuesta por una clara inter relación de la teología con su propio tiempo histórico, concluía:
"Los derechos humanos y la paz con la naturaleza son los más urgentes temas políticos de la teología de fines del siglo XX" (p. 73)
En la segunda parte, "Las mediaciones modernas de la teología", la información sobre la historia contemporánea de la teología, adopta un enfoque propedéutico o metodológico: las preguntas y los modos de afrontarlas de las grandes corrientes teológicas del s. XX, que muestran también, los grandes interrogantes a los que ha intentado responder.
Precisamente al final del apartado sobre la teología política y de la liberación, con la que se quiere responder a los problemas de una modernidad incompleta (la esperanza más allá del futuro programado, el problema del mal, la crisis ecológica y la praxis como criterio de verificación) formula su ideal de una teología para hoy y para un mañana mejor:
"La teología debe estar dispuesta a introducirse en las distintas y nuevas condiciones del mundo para transformarlo, por su parte, a favor de la paz, la justicia y la vida en el conjunto de la creación" (p. 139)
Pocas veces se dijo tanto de la historia reciente de la teología con tan pocas páginas (139). Un auténtico manual de introducción a la teología contemporánea que bien puede servir de pedagogo al que empieza estos estudios y de tónico al que a veces se cansa de verlos languidecer por la falta de frescura, por la parcialidad historicista de su identidad y lo epidérmico de su relevancia.
Juan José Tamayo: Jürgen Moltmann, el teólogo de la esperanza y del Dios crucificado (cfr. Religión Digital)
Juan Pablo Espinosa: Jürgen Moltamann. Un pasado con mirada de futuro (cfr. Religión Digital)
Francesco Strazzari: Jürgen Moltmann, una teología ecológica (cfr. Religión Digital)
Ricardo Mauti: Jürgen Moltmann, un teólogo en lucha con Dios (cfr. Religión Digital)
En nuestra última tutoría de Filosofía y Fenomenología de la Religión, hablábamos de las religiones en China. A propósito del yacimiento paleoantropológico de Zhoukoudian (China), donde se descubrieron los restos del Homo Erectus Pekinensis, surgió el nombre del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Eminente científico, teólogo y hombre de espiritualidad afin a su doble condición de creyente y científico. Con este motivo os sugiero los siguientes enlaces para ampliar la información sobre este referente imprescindible del diálogo fe - ciencia. Por cierto, otra alusión a Teilhard la tenéis en la novela y película "Las sandalias del pescador", donde la figura del jesuita Jean Telemond, está inspirada en el personaje histórico de Teilhard de Chardin.
ADOLFO CASTILLA. Charles Darwin y Pierre Teilhard de Chardin. Cfr. Economía y futuro.
AGUSTÍN UDÍAS, La visión de Teilhard de Chardin: ¿hay esperanza para la humanidad? Cfr. Univesidad Comillas
CRUX NOW. Teilhard de Chardin, ¿El próximo teólogo reahilitado por el papa Francisco? Cfr. Vida Nueva
Es cierto que, frente a la impaciencia de los que quisieran avances más significativos en el campo de la plena incorporación de la mujera a los ministerios ordenados, o la supresión del celibato obligatorio, y la revisión de la postura de la Iglesia respecto a la homosexualidad, se quejan de que poco o nada ha cambiado. Para otros, sin embargo, su descontento por la el estilo y el proyecto del papa Francisco, se expresa en continuas reticencias, junto a una onerosa indiferencia que silencia, hasta casi ocultar, la relevancia que sí está teniendo el papa Francisco fuera de la Iglesia. Y entre los que ignoran explicitamente y critican más o menos tácitamente el papado de Francisco, descuella la Iglesia española, muchos sacerdotes, fieles y hasta obispos que no han acabado de aceptar la línea que el papado actual intenta encarnar.
Desde el punto de vista teológico, algunos considerena a Francisco, en comparación con el papa Ratzinguer, muy inferior. Sin embargo, reconociendo la altura intelectual de Joseph Ratzinger, que ha desempeñado una función más eminentemente académica que la del papa argentino, sería un gran error pensar que Francisco es poco o menos teológico. Lo que ocurre es que él mismo ejerce las exigencias que ha reclamado para la teología hoy, cuando prima la evangelización sobre la ortodoxia, la eclesialidad del Vaticano II sobre el exclusivismo canonista. Se trata de una teología más pastoral, con los ojos puestos en los ejes centrales del evangelio (el amor, el servicio, la entrega) y con una orientación más positiva y confiada, en lugar de los miedos y recelos que cierta teología post - conciliar prodigó respecto al mundo, al tiempo presente, incluso respecto al mismo concilio. La teología de Francisco está transida de evangelio, quiere ser apliacable en el ejercicio de una pastoral y de una evangelización vividas como acompañamiento y no como adoctrinamiento. Si se superan los prejuicios academicistas y se leen los docuementos del papado de Francisco con ojos más contemplativos y pastorales, nos encontramos con una teología seria en su raigambre bíblica y eclesial, pero también estimulante y atractiva por respirar la profunda libertad que da la apuesta por el Reino de Dios.
Desde esta humilde tribuna de formación teológica felicitamos al papa Francisco por su décimo año de pontificado y nos felicitamos como Iglesia por este don que Dios nos ha hecho en la figura, el testimonio y el magisterio de Francisco.