martes, 16 de julio de 2024

Veritatis Gaudium. La teología y el contexto


Hace unos años, el 21 de junio de 2019, el papa Francisco participó con un discurso en el congreso organizado por la Pontifica Facultad Teológica de Italia meridional (Nápoles), dedicado a la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium. Sobre las universidades y las facultades eclesiásticas (27 de diciembre de 2017). El congreso tenía un marcado carácter contextualizador en el tiempo y el espacio, como lo apuntaba su título: "La teología después de la Veritatis Gaudium en el contexto del mediterráneo". Y la intervención del papa subrayó, si cabe todavía más, la necesidad de que la teología responda a la realidad en la que se hace y a la que sirve. En el caso del contexto mediterráneo, y como no deja de clamar Francisco, hay que responder a la dramática situación de los inmigrantes y refugiados que llegan a través del Mediterráneo y, en muchos casos, pierden la vida en el intento. Una respuesta que debe ser política, social y solidaria, que atañe a las administraciones y a las sociedades de los países de acogida, pero que también supone un reto para la Iglesia y, por tanto, para la teología.
Aunque la constitución Apostólica tiene un carácter regulador y se ocupa de las normas y directrices organizaivas y reglamentarias de las instituciones formativas (universidades y facultades de teología), en el proemio apunta unos criterios que dan sentido y orientan la posterior normativa. Se trata, pues, de un documento institucional y operativo, pero su trasfondo va más allá de la mera regulación y organización, con vistas a darle a la teología un sesgo más práctico y evangelizador.

La teología de un papa social y pastoral: superando prejuicios Como ya ocurriera con el papa Juan XXIII, incluso con el propio concilio Vaticano II, cuando en la Iglesia se pone el acento en la pastoral, hay quienes lo contraponen a la teología y hasta al dogma. Son fragmentaciones propias de una realidad tan compleja como lo es la Iglesia bimilenaria. Pero también se debe a una pulsión o pathos (que puede convertirse en patología) de la propia fe, la escisión entre fe y caridad, acción y contemplación, del ser y el obrar. Pablo nos alertaba contra esta tentación, Flm es un caso concreto de la necesidad de unir ambas vertientes de la vida cristiana y la carta de Santiago reforzaba esta advertencia. Hay quien piensa que el buen papa "bueno" que fue Angelo Roncalli, era un hombre de sentimientos pero no un intelectual. Craso error, había mucha teología por debajo de su bondad y de su visión de la Iglesia. En la misma línea hay quienes piensan que el Vaticano II, por ser netamente pastoral no es teológico, ni siquiera dogmático. Pero, a pesar de la nota aclarotoria que viene al final de la Lumen Gentium sobre precisiones dogmáticas y finalidad pastoral, lo que somos si no lo vivimos, por muy verdadero que fuera es irrelevante. Y lo que vivimos, practicamos y compartimos acaba por configurar la verdad de lo que somos.

Igual pudiera pasar ahora con la calificación teológica del papa Francisco. Su opción evangelizadora; la clara predominancia de lo social en su magisterio ordinario y en su forma de ejercer el ministerio petrino, aun con el lenguaje no formal pero sí contundente de los gestos; el estilo de vida pastoral; las denuncias de lo eclesiástico frente a lo eclesial... podrían hacer pensar a algunos que, en comparación por ejemplo, con el papa teólogo por excelencia que fue Benedicto XVI, está desprovisto de hondura reflexiva y profundidad sistemática. Pero no es así.

Francisco respira una teología viva, porque brota del clamor de la realidad, y muy profunda, porque se asientan en los cimientos mismos de la fe y de la vida y mensaje de Jesucristo: el anuncio de la Buena Nueva, que lo es porque sana, socorre y alimenta, no solo porque informa, ilustra y fundamenta. La misma recomendación que ya sugería el papa para los predicadores, "ir a lo esencial", inspira y acompaña la visión teológica de Bergoglio. Ya sea en una catequesis, en la predicación diaria, en los documentos magisteriales, en las manifestaciones públicas, el papa Francisco hace teología, desarrolla el magisterio y nos invita a quienes estudiamos la teología a redescubrir su íntima misión pastoral y evangelizadora. Y así lo enuncia y reitera en el discurso de aquél congreso teológico de Nápoles (2019).


El diálogo, presupuesto, método y fruto de la teología

Sobre el presupuesto fundacional y autoritativo de toda teología (el kerygma) y del diálogo como la base funcional y metodológica del acto teológico, el papa insiste que su centro, su fin y última legitimación es la evangelización:
Cuando en el Proemio de Veritatis gaudium se menciona la profundización del kerigma y el diálogo como criterios para renovar los estudios, se quiere decir que estos se encuentran al servicio del camino de una Iglesia que pone cada vez más en su centro la evangelización. No la apologética, no los manuales —como hemos escuchado—: evangelizar.
Esta finalidad evangelizadora exige, pues, el diálogo como herramienta fundamental, pues no se trata de proselitismo, sino de compartir, ofrecer y, siempre, escuchar. Pero, el diálogo es también un criterio hermenéutico para acogida plena, viva, del kerygma. Y es que, dice Francisco, la comprensión actualizada, contextual y relevante de la predicación originaria, junto a la escucha de la Palabra, requiere su puesta en práctica a través del amor. En este juego de complementariedad entre escucha de la Palabra dada y diálogo con el presente interpelante, el teólogo podrá discernir su significado verdaderamente significativo para hoy, valga decir, el significado vivo y que puede ayudarnos a vivir.

Y si estos son los presupuestos permanentes de toda teología, al final del discurso, añade los que, como elementos del discernimiento que requiere el momento presente, podrían responder coherentemente a las líneas orientadoras de Veritatis gaudium.
  • Concretamente el papa nos sugiere una teología que parte del Evangelio de la misericordia, lo cual supone ya una opción hermenéutica respecto al kerygma y una concentración cristológica y soteriológica como ejes transversales de la invetigación teológica. En segundo lugar, aunque no lo desarrolla y daría para una buena reflexión epistemológica en clave evangélica, la asunción de la historia dentro de la teología. Pero, aún sin desarrollar sus fundamentos y consecuencias, sí que ilumina la conclusión que el papa extrae de la verdadera toma de conciencia del carácter histórico de la teología: no quedarse paralizados en un momento del pasado.
  • Después propone, y es bueno que lo haga un papa, porque este es un escollo no menor para el ejercicio de la teología que se quiere contextual y evangelizadora, que los teólogos puedan trabajar con libertad teológica. Si bien, no oculta el que representa en su máxima instancia la voz del magisterio de la Iglesia, que la libertad de investigación y docencia no elimina el papel de proponer al Pueblo de Dios en la predicación lo que se atiene a lo sustancial de la fe: "al Pueblo de Dios es necesario darle la sustancia que alimente la fe, y no que la relativice". No se queda ahí, es más, lo aterriza en que las cuestiones controvertidas, sin eliminarlas ni taparlas, permanezcan al ámbito del debate pero no se transfieran sin más a la predicación.
  • Estructuras ligeras y flexibles: "Todo debe orientarse en los horarios y en los modos que se favorezca lo más posible la participación de aquellos que desean estudiar teología: además de los seminaristas y los religiosos, también los laicos y las mujeres, tanto laicas como religiosas" Y, especialmente, por la participación de la mujer.


La teología de hoy para mañana: una teología de la acogida

La insistencia del papa en un modo dialógico para la teología, se refiere al método, pero también a su última finalidad. Se trata de que la teología escuche y no sólo enseñe. Por eso propone el discernimiento, como vía para auscultar los paradigmas y sondear posibles puntos de encuentro. Sobre todo cuando se trata de responder en cristiano a los inmensos problemas de media humanidad que yace malherida víctima de la otra media, aunque sólo fuera víctima de la inhibición o falta de escucha de esa otra media humanidad. Y nos propone la sugerente imagen de los "etnógrafos espirituales" como tipo del teólogo y la teóloga que entran en diálogo "desde dentro" con los hombres y mujeres a los que, primero, hay que escuchar, para poder aprender con ellos y responderles con la pertinencia del que realmente está cerca. Y sólo así, poder anunciar el Evangelio, que tal vez lo redescubramos en la otra orilla del diálogo.

Diálogo que debe ser nuestra forma de estudiar y nuestro modo de enseñar, pues lo que aprendemos es el gran ejercicio de diálogo entre Dios y su pueblo. La teología de la escucha puede ayudar a que los cristianos superemos las tentaciones de la violencia o la discriminación como respuestas erróneas a las diferencias y los conflictos. Pone el papa varios ejemplos de la tradición y la actualidad. Pero puede que el mejor ejemplo sea su propio esfuerzo por encaminar la teología por una senda que deje atrás la vía exclusivamente asertiva, especulativa y academicista.


Propuesta operativa para la enseñanza, el estudio y la práctica de la teología

Hay presupuestos o fundamento; nos guían unos criterios metodológicos y misioneros, hermenéuticos y dialógicos; no pueden faltar propuestas que ayuden a los estudiantes, profesorado y ejercitadores de la teología a un nivel tanto académico como pastoral, a desarrollar esta teología de la acogida. Con mucha concreción el papa nos sugiere tres líneas de acción para el desarrollo de una teología que supere el anquilosamiento manualístico y la cosificación especulativa.

  1. Una teología de la acogida es una teología de la escucha. Para que nuestra teología pueda alimentar una praxis del cristianismo que haga realidad las bienaventuranzas y alimente una espiritualidad encarnada en el amor al otro, es necesario que no sea unilateral, ni tampoco se aisle en un nivel exclusivamente intelectual.
  2. Una teología interdisciplinar. La escucha que debe caracterizar a la teología de la acogida empieza, en la academia, por atender y darle valor a las perspectivas y resultados de otras disciplinas, tanto propiamente teológicas como de los otros campos del saber.
  3. Una teología en red. En red las instituciones teológicas, pero con la voluntad de estar en red con todos los "náufragos de la historia". Tendiendo puentes entre la Iglesia y la sociedad civil, entre oriente y occidente, entre religiones y con las iniciativas que puedan ayudar a quienes viven en las dos orillas del mediterráneo o se lo juegan todo para pasar de una orilla a otra.
Valga todo lo dicho, además de por lo intersante de las indicaciones sobre el ejercicio de la teología, como botón de muestra de que este papa "pastoral", no por ello, como le ocurriera tamibén al dulce pastor que fuera Juan XXIII, es menos teólogo, ni su ministerio es inferior en lo que se refiere a su papel magisterial.

martes, 11 de junio de 2024

JÜRGEN MOLTMANN: BUEN TEÓLOGO Y BUEN MAESTRO

 

El pasado 3 de junio de 2024 falleció el téologo evangélico Jürgen Moltmann, nacido en 1926. Más allá de las reseñas biográficas y sobre su trayectoria teológica (al final del artículo hay algunas de ellas), a mi me interesa su perfil de profesor y, más concretamente, en el campo de la introducción a la teología, una de las antesalas de la propia Teología Fundamental. Hoy, en la universidad española, por su perfil dedicacional, los profesores se distribuyen, orgánica y vocacionalmente, en tres categorías, muchas veces totalmente incomunicadas entre sí: docentes, investigadores y gestores. Valga decir que, en las más de las veces, los mejores de todos ellos, son los que aúnan en su experiencia e intencionalidad la docencia y la investigación. Moltmann fue un creador teológico, un elaborador de teología. Así lo muestran sus dos grandes obras: Teología de la esperanza (1966) y El Dios crucificado (1972), ambas en el origen y el trasfondo de toda una línea teológica que asumirá la realidad histórica en su concreción social y cultural, para desembocar en corrientes y metodologías comprometidas con la transformación de las condiciones de la vida real de los opimisos: la teología política y la teología de la liberación. Sólo por esta influencia, Moltmann, formará parte de la historia de la teología contemporánea. Toda una lección para caminantes, el compromiso con el presente arraiga en la relidad de la vida entregada de Jesús y tiende hacia la plenitud de humanidad que dicha entrega anticipa e inspira. Escatología y Cristología anudadas para embridar con fuerza, la que dan la Encarnación y la esperanza que alentó a Jesús, una vida cristiana que se hace cargo del presente para empujarlo un trecho más hacia el reinado de Dios.

Y, sin embargo, en este homenaje al teólogo de la esperanza y la cruz, nos fijamos en una obra menor, pero no pequeña; secundaria pero no insignificante: ¿Qué es teología hoy? (1988; edición española en Sígueme, Salamanca 1992; traducción de Adolfo Oliveira). Se trata de la publicación de dos breves estudios sobre la teología del s. XX, con los que el autor, como reza el subtítulo, quiere hacer "dos contribuciones para su actualización".

En el primer ensayo, "El camino de la teología en el siglo XX", Moltmann realiza una concentrada, pero lograda sinopsis del camino que la teología moderna ha recorrido desde los retos heredados del s. XIX, cuyo mundo burgués quedaba liquidado por las guerras mundiales. De los rescoldos de esta época de revoluciones y reivindicación de libertades, la teología del s. XX hereda tres tareas que son tres contradicciones, las que plantean la economía liberal, el cientificism positivista y tecnocrático y las crisis y dificultades de las democracias. Y, asomándose al horizonte del futuro posible, apuntaba el autor, el camino pasaba por la deseseuropeización y universalidad del quehacer teológico. Tres líneas de problemas teológicos, con sus correspondientes concreciones en corrientes y autores, dan cuerpo a la visión de conjunto de la teología del siglo XX que Moltmann nos facilita:

  • El cristianismo en una era secular: la relevancia. La ruptura de un mundo "cristiano" de una pieza (cristiandad) trasladó a la teología no pocas de las inquietudes e investigaciones de la ciencia y la sociedad autónomas de la tutela eclesial. Sobre todo, suponía la puesta entre paréntesis del inmediatismo en la presentación del dato de la fe como si el acceso a Dios y su verdad fuera algo dado y controlable por la teología. Aquí menciona Moltmann, como corrientes que intentan un enfoque contextual, la teología hermenéutica, la teología de la secularización y la teología de la liberación. Las tres tienen en común que parten de una mediación que sirva de puente entre la razón y la fe: la interpretación de los textos, el propio cuestionamiento de una sociedad emancipada o el análisis socio - político. Para concluir que, sea cual sea la mediación empleada, la teología que quiera corresponder a la sociedad y razón secularizadas deberá apostar decididamente por ser una teología de la libertad: libertad religiosa, fe libre, libertad de conciencia, libertad política y libertad de investigación para los propios teólogos.
  • La afirmación de lo específicamente cristiano: la identidad. El reto que plantea para el cristianismo la ruptura de la identificación (o confusión) que carateriza al régimen de cristiandad plantea interrogantes que atraviesan la eclesiología, la cristología con la complementaridad de sus enfoques desde "arriba" (Barth, Rahner) y desde abajo (Hans Küng) y la relación de las Iglesias con el Antiguo Testamento con sus inevitables roces entre lo judío y lo cristiano, lo salvífico y lo histórico... Pero estas sacudidas en el edificio dogmático y misionero del cristianismo tienen en común un epicentro: la búsqueda de lo originario cristiano.
  • La pluralidad y diversidad como riqueza: el ecumenismo. Otra decisión teológica de Moltmann, que ya se ha visto en juego a través del repaso que hace de la historia de la teología reciente, es la del ecumenismo. Opción que él defiende como una realidad, como un hecho, estamos en la "era ecuménica", pero que hoy le valoramos también como una arriesgada postura frente a las unilateralidades de las respectivas iglesias. Como él lo sabe bien, cita, por parte católica el papel a estos efectos del gran Congar. Y como parte de su propia valoración de la apuesta ecuménica, Moltmann apunta, de nuevo, hacia la superación del eurocentrismo. También reconoce que la dimensión ecuménica tiene un alcance global, supra - cristiano, una dimensión de entrada en la "era de la humanidad".

Y como prueba de esta apuesta por una clara inter relación de la teología con su propio tiempo histórico, concluía: 

"Los derechos humanos y la paz con la naturaleza son los más urgentes temas políticos de la teología de fines del siglo XX" (p. 73)

En la segunda parte, "Las mediaciones modernas de la teología", la información sobre la historia contemporánea de la teología, adopta un enfoque propedéutico o metodológico: las preguntas y los modos de afrontarlas de las grandes corrientes teológicas del s. XX, que muestran también, los grandes interrogantes a los que ha intentado responder. 

  • La teología existencial (Bultmann).
  • La teología trascendental (Rahner).
  • La teología de la cultura (Tillich)
  • La teología política y la modernidad incompleta. 

Precisamente al final del apartado sobre la teología política y de la liberación, con la que se quiere responder a los problemas de una modernidad incompleta (la esperanza más allá del futuro programado, el problema del mal, la crisis ecológica y la praxis como criterio de verificación) formula su ideal de una teología para hoy y para un mañana mejor:

"La teología debe estar dispuesta a introducirse en las distintas y nuevas condiciones del mundo para transformarlo, por su parte, a favor de la paz, la justicia y la vida en el conjunto de la creación" (p. 139)

Pocas veces se dijo tanto de la historia reciente de la teología con tan pocas páginas (139). Un auténtico manual de introducción a la teología contemporánea que bien puede servir de pedagogo al que empieza estos estudios y de tónico al que a veces se cansa de verlos languidecer por la falta de frescura, por la parcialidad historicista de su identidad y lo epidérmico de su relevancia.

Juan José Tamayo: Jürgen Moltmann, el teólogo de la esperanza y del Dios crucificado (cfr. Religión Digital)

Juan Pablo Espinosa: Jürgen Moltamann. Un pasado con mirada de futuro (cfr. Religión Digital)

Francesco Strazzari: Jürgen Moltmann, una teología ecológica (cfr. Religión Digital)

Ricardo Mauti: Jürgen Moltmann, un teólogo en lucha con Dios (cfr. Religión Digital)

miércoles, 12 de abril de 2023

POR ALUSIONES: TEILHARD DE CHARDIN

 

En nuestra última tutoría de Filosofía y Fenomenología de la Religión, hablábamos de las religiones en China. A propósito del yacimiento paleoantropológico de Zhoukoudian (China), donde se descubrieron los restos del Homo Erectus Pekinensis, surgió el nombre del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Eminente científico, teólogo y hombre de espiritualidad afin a su doble condición de creyente y científico. Con este motivo os sugiero los siguientes enlaces para ampliar la información sobre este referente imprescindible del diálogo fe - ciencia. Por cierto, otra alusión a Teilhard la tenéis en la novela y película "Las sandalias del pescador", donde la figura del jesuita Jean Telemond, está inspirada en el personaje histórico de Teilhard de Chardin.

ADOLFO CASTILLA. Charles Darwin y Pierre Teilhard de Chardin. Cfr. Economía y futuro.

AGUSTÍN UDÍAS, La visión de Teilhard de Chardin: ¿hay esperanza para la humanidad? Cfr. Univesidad Comillas

CRUX NOW. Teilhard de Chardin, ¿El próximo teólogo reahilitado por el papa Francisco? Cfr. Vida Nueva



lunes, 13 de marzo de 2023

FRANCISCO: 10 AÑOS DE PAPADO


 El 13 de marzo de 2013 el cónclave que debía elegir al sucesor de Benedicto XVI, que había renunciado al ejercicio del papado, eligió como nuevo obispo de Roma al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Son ya 10 años los que cumple como papa Francisco. En estos 10 años, más allá de la decepeción de los que esperaban cambios más rápidos y radicales, la Iglesia se ha visto renovada en su imagen exterior, con un pontificado volcado en la opción por los pobres (los "descartados"), la actitud más humilde y dialogante con la sociedad y la novedad de una mayor conciencia ecológica. Eso, hacia fuera. Hacia dentro, la insistencia del papa en liberar la vida de la fe del peso de una religiosidad más basada en las normas y las formas externas, ha supuesto un cambio de acento del magisterio pastoral del Roma, en una dirección más comunitaria y participativa (la propuesta de la sinodalidad y la crítica al clericalismo) que devuelva al "santo Pueblo de Dios" la alegría de vivir y anunciar el Evangelio.

Es cierto que, frente a la impaciencia de los que quisieran avances más significativos en el campo de la plena incorporación de la mujera a los ministerios ordenados, o la supresión del celibato obligatorio, y la revisión de la postura de la Iglesia respecto a la homosexualidad, se quejan de que poco o nada ha cambiado. Para otros, sin embargo, su descontento por la el estilo y el proyecto del papa Francisco, se expresa en continuas reticencias, junto a una onerosa indiferencia que silencia, hasta casi ocultar, la relevancia que sí está teniendo el papa Francisco fuera de la Iglesia. Y entre los que ignoran explicitamente y critican más o menos tácitamente el papado de Francisco, descuella la Iglesia española, muchos sacerdotes, fieles y hasta obispos que no han acabado de aceptar la línea que el papado actual intenta encarnar. 

Desde el punto de vista teológico, algunos considerena a Francisco, en comparación con el papa Ratzinguer, muy inferior. Sin embargo, reconociendo la altura intelectual de Joseph Ratzinger, que ha desempeñado una función más eminentemente académica que la del papa argentino, sería un gran error pensar que Francisco es poco o menos teológico. Lo que ocurre es que él mismo ejerce las exigencias que ha reclamado para la teología hoy, cuando prima la evangelización sobre la ortodoxia, la eclesialidad del Vaticano II sobre el exclusivismo canonista. Se trata de una teología más pastoral, con los ojos puestos en los ejes centrales del evangelio (el amor, el servicio, la entrega) y con una orientación más positiva y confiada, en lugar de los miedos y recelos que cierta teología post - conciliar prodigó respecto al mundo, al tiempo presente, incluso respecto al mismo concilio. La teología de Francisco está transida de evangelio, quiere ser apliacable en el ejercicio de una pastoral y de una evangelización vividas como acompañamiento y no como adoctrinamiento. Si se superan los prejuicios academicistas y se leen los docuementos del papado de Francisco con ojos más contemplativos y pastorales, nos encontramos con una teología seria en su raigambre bíblica y eclesial, pero también estimulante y atractiva por respirar la profunda libertad que da la apuesta por el Reino de Dios. 

Desde esta humilde tribuna de formación teológica felicitamos al papa Francisco por su décimo año de pontificado y nos felicitamos como Iglesia por este don que Dios nos ha hecho en la figura, el testimonio y el magisterio de Francisco.


lunes, 2 de enero de 2023

JOSEPH RATZINGER: DEL PRÓLOGO AL TESTAMENTO

 


Con motivo de la muerte de Benedicto XVI, papa emérito, la Santa Sede ha publicado su testamento espiritual. Redactado el 29 de agosto de 2006, el difunto papa emérito no lo había modificado y así como lo compuso lo ha dado a conocer la Sala de Prensa del Vaticano. Junto a las debidas expresiones de gratitud y petición de perdón, el que fuera gran teólogo, Joseph Ratzinger, hace también unas consideraciones sobre la fe y la teología que merecen la pena leerse en clave de reconocimiento de su propio diagnóstico de la situación presente de la Iglesia y su interpretación al respecto. Hay una continuidad con otros balances que Ratziner ha hecho del curso de la historia de la Iglesia y la teología en el mundo moderno, como veremos en el que plasmó para la nueva edición, en el año 2000, de su importante obra Introducción al cristianismo (1967). 

Citamos a continuación la parte del testamento donde el difunto Benedicto XVI pide por la peresverancia en la fe, advirtiendo del peligro de la confusión y referenciando coordenadas teológicas que fueron en su momento causa de esa confusión:

¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

 Vemos la preocupación de Ratzinger, como teólogo y pastor pora la firmeza de la fe ante la amenaza de una aparente incompatibilidad con la ciencia y el saber histórico - crítico. Concretamente, se refiere a la pretensión de una verdad irrefutable por parte del saber empírico y criticista que tenía más de interpretacón filosófica que de auténtica ciencia. Y, concretamente desde el campo teológico, dichas tergiversaciones tienen nombre de escuelas (la teología liberal, la exégesis existencialista y "la generación marxista". Y de nombres, algo inaudito para un documento de este tipo: Harnack, Jülicher y Bultmann. Sale aquí el que además de teólogo fue también prefecto de la Congregación de la Fe y tuvo un papel de censor, en el sentido de evaluar, no de censurar, pero sí de emitir juicios que calificaban el posible error o peligro de error en difrentes teologías y autores. En este caso, Ratzinger califca estas teologías que se derrumbarían con el tiempo, de "hipótesis". Frente a todo lo cual, sobresale y resiste la verdad de Cristo y de su Iglesia. 

Aunque podemos estar plenamente de acuerdo en que las "hipótesis" citadas, hoy no parecen "inamovibles" y  están en muchos aspectos superadas, como tales hipótesis sí que fueron valiosas para animar y enriquecer el proceso reflexivo de la teología. El diálogo que hace crecer y profundizar la interpretación teológica sí que se valió oportunamente de esas hipótesis y, en este sentido, fueron tan necesarias como, justo es de reconocer, provisioinales. Puede que la absolutización de esas líneas apuntas por el papa Benedicto XVI sí fuera un socavamiento de la libertad y originalidad de la fe. Pero, también algunas de las intuiciones de base de las líneas teológicas hoy desbordadas por el paso del tiempo y la evolución de la teología, sí que están activas por debajo de las mismas teologías que las sustituyeron. Por eso, merece la pena ver otro balance más extenso y ponderado que el teólogo Ratzinger hace de esas generaciones anteriores y sus posibles desviaciones respecto a la verdad de la fe.

En el prólogo a la edición del año 2000 de su Introducción al cristianismo, Ratzinger da dos fechas para marcar el decurso de la cultura moderna europea y su posible peligro para la fe. 1968 con la revolución cultural del mayo francés y 1989 con la caída del muro de Berlín, serían las piedras miliarias de dos hitos que suponen un reto para el cristianismo. Por debajo de estas dos fechas y de las múltiples teologías y filosofías que desde el XIX han puesto en jaque el pensamiento cristiano, un hilo conductor: una humanidad ensoberbecida por su progreso, una razón monopolística en su concepción de la verdad, una ciencia abosolutizada por sus avances "imparables" e "incuestionables"... son caras de la misma realidad poliédrica pero íntimamente uniforme: la modernidad antropocéntrica. 

Ante este frente común de la modernidad contra la fe, que sumaría la ciencia, la sociología, la política y, en fin, la cultura modernas, Ratzinger reivindca la fe auténtica y libre, pero como un "hecho diferencial" (cita a Guardini) que no puede dejarse absorber por el pensamiento que prescinde de Dios para explicar y dictar la verdad. Y el peligro no estaría solo fuera, en la cultura y la producción intelectual, sino en la tentación de la propia fe, la Iglesia y su teología, cedan su verdad cristocéntrica en aras de una acuerdo falsificante con las razones y motivaciones del pensamiento inmanentista y empirista. No en vano, esta obra de Ratzinger (tal vez la mejor de su extensa y concienzuda producción) es un comentario al credo. Es la fe, es Dios en Jesucristo y Jesucristo por ser Dios y hombre, los verdaderos pilares de la verdad de la fe y de su originalidad insobornable. 

De una mente preclara y de una fe sincera como las que muestra Ratzinger, debemos tomar nota cuando advierte peligros y apunta líneas de confusión en el movimiento de acercamiento y traducción entre la fe y el pensamiento moderno. Pero, no obstante, si antes dijimos que la teología no puede avanzar sin hipótesis parciales y superables, ahora debemos defender que la fe no puede vivir su verdad sin exponerse al intercambio con el mundo y sus razones; el intercambio intrínseco a una fe encarnada, que es la que puede apoyarse en Jesucristo y la única, aún con sus zonas fronternizas, propias de toda encarnación, que puede vivirse como verdad. Porque la firmeza de fe a la que Benedicto XVI nos llama desde sus últimas voluntades, es la de una fe vivida no en un mundo aparte y exento de confusiones, sino en el único y común mundo que compartimos con quienes viven sin fe y nos preguntan a los que la tenemos por su coherencia vital y racional.

sábado, 12 de noviembre de 2022

SINODALIDAD Y LA DIFÍCIL RECEPCIÓN DEL VATICANO II

 

La recepción del magisterio de la Iglesia, como la acogida de una nueva legislación por la sociedad, o la digestión tras una copiosa comida, es una tarea lenta, laboriosa, dificultosa. Y el concilio Vaticano II no ha sido una excepción. Lo cual, por otra parte, era de esperar, pues no en vano, a pesar de los resultados de las votaciones de sus documentos, el último concilio ecuménico de la Iglesia Católica (1962 - 1966) nació y se desarrolló en medio de una seria división de orientaciones eclesiales. Los sectores conservadores de la propia curia romana intentaron por todos los medios, primero controlar la elaboración de los esquemas preparatorios para evitar sorpresas innovadoras, y cuando esto fue imposible, por la iniciativa del papa Juan XXIII para abir la redacción de esos esquemas a comisiones más plurales y procedentes de fuera de Roma, reconducir los debates para que la tendencia más renovadora no alcanzara todas sus pretensiones de un auténtico "aggiornamento" de la Iglesia. Y, aunque la postura que prevaleció en los documentos conciliares, se correspondía con la de aquellos que pedían una reforma en clave renovadora, sin embargo, la posterior aplicación del concilio, con las sucesivas directrices que requería su puesta en marcha, fue un proceso de progresiva ralentización durante el papado de Pablo VI y de reconducción por la vía de la reinterpretación del "espíritu" del concilio bajo el largo pontificado de Juan Pablo II. Y Joseph Ratzinger, más tarde Benedicto XVI, puso todo su potencial teológico, brillante, sólido e inteligente, al servicio de una comprensión con sordina de las reformas auspiciadas por el Vaticano II, sobre todo, de la comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios, expresión que fue paulatinamente sustituida por la de "Comunión", con la intención de que la Iglesia no dejara de ser un misterio para convertirse, degradarse les parecería a los que comulgan con esta postura, en mera sociedad humana, organización colectiva con visos de imitación de las democracias modernas.

Los hitos del proceso de relectura en clave restauradora del Vaticano II son muy numerosos y abarcan prácticamente el grueso del largo ministerio papal de san Juan Pablo II y el pontificado más breve de Benedicto XVI, pero se pueden citar algunos de especial relevancia por su efecto en la vida eclesial:

  • Una revisión de la teología del ministerio presbiteral (Pastores dabo vobis) y de las directrices para la formación de los presbíteros, que incidían en una línea de segregación del ministerio y clericalización del mismo frente a la orientación más pastoral y comunitaria que inspiraba la eclesiología de Lumen Gentium. En esta línea también se produjo una ralentización de los procesos para conceder la dispensa a los presbíteros que la solicitaban.
  • La insistencia en la concepción ritualista de la liturgia, más centrada en el cumplimiento de las rúbricas que en la significatividad de los propios ritos.
  • Un comprensión del ministerio episcopal centrada en el Derecho Canónico y las tareas de gobierno que en el pastoreo y acompañamiento de las comunidades diocesanas.
  • El ejercicio censor y proclive al alarmismo teológico por parte de la Congregación de la Doctrina de la fe, con numerosos conflictos centrados en aquellas teologías que seguían profundizando en las líneas abiertas por el Vaticano II, sobre todo en la orientación dialogal con el mundo moderno auspiciado por la Gaudium et Spes.
  • Trato de favor y preferencia a los llamados "nuevos movimientos eclesiales" (Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo...) como si fueran la verdadera y única expresión de la autenticidad eclesial y evangelizadora.

Con la propuesta del papa Francisco de abordar en el sínodo de 2024 la sinodalidad de toda la Iglesia, como algunos detractores de dicha iniciativa han señalado capciosamente, no se trata de nada nuevo. El carácter sinodal de la Iglesia es un elemento constitutivo de la Iglesia y no se descubre ahora. Pero, si hay que trabajar en lo que supone el verdadero ejercicio del sacerdocio bautismal y de la comunión que configura al Pueblo de Dios, será porque esta dimensión ha sido durante siglos supeditada a una vivencia más jerarquizada de la diversidad de ministerios y carismas. Por este motivo, somos muchos los que pensamos que el verdadero singificado y la fuerza motivadora de la propuesta del papa Francisco sobre la sinodalidad, es recuperar y profundizar el proceso de recepción del concilio Vaticano II. Y es que la recepctión del magisterio, como fruto de la vida misma de la Iglesia, está sujeta a las tensiones, avances y retrocesos propios de una realidad plural y diversa. Creemos que ahora estamos ante un momento de impulso de la azarosa aplicación del Vaticano II.